Abolir la Policía Nacional

mayo 10, 2021

8 min

La Policía Nacional como una institución y cuerpo social materializa todo lo que comúnmente se detesta de la cultura política: corrupción, machismo, jerarquía, impunidad, violencia, nepotismo, fanatismo y autoritarismo. En Nicaragua la policía  es la institución más visible y activa que mantiene (a fuerza) la autoridad y los caprichos del Estado orteguista. Pero su función  no solo está  presente como una institución  del Estado, la logica policial tambien está  presente por todos lados, en la retótica  popular nacionalista, en las jerarquías  de las organizaciones políticas , en la criminalizacion de la pobreza, en la violencia, en el triángulo  minero y -aún más  importante- en cómo  imaginamos la paz y el futuro.
 

Entonces, es necesario fomentar la capacidad de imaginar una alternativa al orden policial, y así un proyecto social y político que materialice lo opuesto a lo que la policía representa. Un  nuevo cuerpo social en base a la justicia, horizontalidad, comunalidad, responsabilidad pública, transparencia y compromiso por el bienestar social. En otras palabras, es tiempo de abolir la policía y a través de este proceso de abolición, construir un nuevo marco político auténticamente comprometido con la justicia.

La idea de abolir la policía no es nada nueva. Cientos de comunidades se han organizado para construir alternativas radicales al orden policial. Desde  su configuración moderna en Estados Unidos -hace 300 años- como vigilantes de plantaciones de esclavos y  protectores de la supremacía blanca, ha existido el  rechazo y la resistencia hacia la lógica policial. Hay activistas e intelectuales, principalmente de las  diásporas africanas, que se hacen llamar Abolicionistas. Sus metas priorizan que el proceso de abolir la policía involucra mover recursos que se invierten en militarizar al cuerpo policial y en cambio invertir en modelos comunitarios de seguridad, prevención, salud y apoyo. En otras palabras, crear un futuro en donde la policía nunca sea necesaria y en el camino crear comunidades resilientes y autónomas.

Tomar la abolición de la policía en serio involucra priorizar a las comunidades más marginadas  y resolver los problemas de salud, crimen, trabajo, educación y sostenibilidad ambiental de una manera integral y participativa, en lugar  de imponer una solución policial. El crimen no se resuelve con más policía, para los abolicionistas el crimen se resuelve con programas sociales de calidad y gratuitos, se resuelve con mejores salarios, se resuelve con recursos  bien distribuidos que logren rehabilitar la socialización neoliberal y construir autodeterminación y poder local.

La abolición de la policía no ocurrirá de la noche a la mañana y es necesario comprender lo profundas  que son las raíces del sistema policial. Tendremos que repensar radicalmente  las definiciones tradicionales de Justicia, Bienestar Social, Crimen, Espacio Público, Paz y Pobreza, para mencionar algunos ejemplos…  Y construir nuevos marcos que nos liberen de los confines del sistema carcelario y policial. Aquí mencionaré brevemente  nuevas interpretaciones abolicionistas sobre “el crimen” y sobre “la justicia”.

Los abolicionistas demandan una nueva interpretación de lo que significa “un crimen”, ellxs entienden la “criminalidad” como una categoría política que está atada al capitalismo y a la supremacía blanca. En este sentido el crimen es el resultado de una lógica policial racista que concentra recursos en comunidades adineradas y que intencionalmente perpetúa la inequidad. Entonces, el crimen no es una actitud o la decisión de una sola persona, en cambio es el resultado de una sociedad que promueve la injusticia económica y la criminalización de la pobreza. Esta definición política de la “criminalidad” también demanda una definición política de “la justicia”. Para los abolicionistas, la Justicia no se implementa a través del castigo y la confinación, se hace  midiendo la rehabilitación. La justicia logra reparar un daño social y así mejorar las condiciones para toda la comunidad. Este concepto se conoce comúnmente como “justicia restaurativa”,intenta entender las raíces políticas y económicas de un crimen en particular para  responder de una manera integral y comunitaria, sin la necesidad de una mediación carcelaria.

Otro paso importante, en congruencia con  las nuevas definiciones del “crimen” y la “justicia”, involucra poder definir la compleja red que sostiene y perpetúa el orden policial. La policía no solo es una institución, es todo un complejo industrial que interconecta las prisiones, las escuelas, el ejército, el tráfico de armas, la guerra contra las drogas, el mercado global, el racismo, el machismo, el colonialismo y el Estado-Nación neoliberal. Entender este complejo industrial también nos obliga a reconocer que la ley, y el marco legal, no tienen  mucho que ver con la Justicia y lo justo, más bien la ley es una cuestión de poder, dinero y capital.

Este complejo industrial no sólo es institucional, que además protege los intereses del Estado y la Empresa Privada, también es psicológico; es una lógica mental que organiza el mundo en base al castigo, la fuerza justificada, la criminalización de lo diferente y la glorificación de la violencia. Por esto el lema popular «Hay que abolir al policía que llevas dentro» es tan contundente. Por ejemplo, el machismo se puede entender como una ideología que supervisa a los géneros sexuales y actúa como un policía de lo permisible: todos los machistas son policías.

"Hay que abolir al policía que llevas dentro"

En Nicaragua claramente podemos notar una contradicción entre «estar en contra de la Policía Nacional» y  al mismo tiempo replicar las lógicas policiales dentro de nuestras relaciones íntimas, espacios laborales y partidos políticos. Esta contradicción nos hace darnos cuenta de que muchas figuras políticas populares no están interesadas en pensar radicalmente  la función de la policía, más bien quieren reformar sus poderes para obedecer a nuevos autores. Estos nuevos maestros de las instituciones continúan la idea de que la violencia estatal es buena  solo si las «personas correctas» están  en el poder. Además, es bien fácil identificar todas las «fantasías de venganza» por parte de la denominada «Nueva Nicaragua». Esto replica  el ciclo autoritario de que el  orteguismo no quiere entregar el poder porque piensa que nosotros haremos con ellos lo que ellos hicieron con nosotros. Si realmente queremos cambiar el futuro de Nicaragua nuestras propuestas no pueden ser igual de sanguinarias a las que actualmente existen.

Hay muchos que dirán que la Policía Nacional no tiene que ser abolida, simplemente tiene que ser reformada. Pero, la reforma nunca será suficiente. No importa cuánto  se intente imaginar una policía socialmente responsable, diversa, feminista, o una cárcel  ambientalmente sostenible. La  lógica  policial continúa criminalizando la diferencia y perpetuando el sistema carcelario. Aún más, la policía ya ha sido continuamente reformada y estas reformas más bien han incrementado su poder  y la militarización de  sus instituciones como oportunidades de negocio y ganancias económicas.

En Nicaragua esto es claro, la Policía Nacional es de las instituciones mejor  financiadas, así y nos lo hacen saber. A su disposición siempre está la gasolina , las camionetas Hilux, los uniformes planchados, el armamento, y el personal represivo. Están ocupando nuestros impuestos para reprimirnos. Considerar la abolición de la policía simplemente nos invita a hacer la pregunta ¿Y si en vez de financiar a una institución paramilitar, financiamos proyectos comunitarios que prioricen la educación, la salud, el arte, la ciencia, la tecnología renovable y el transporte público?

Todo el mundo detesta a la policía.  Necesitamos  tomar este descontento popular y ocuparlo como referencia cuando construimos nuestras propias organizaciones sociales y políticas para así no terminar replicando lo que más detestamos. Este ejercicio nos invita a implementar y crear condiciones de paz y autonomía en donde sea inconcebible la construcción de un nuevo Chipote u  otra Modelo, porque entendemos que la justicia no está atada a una lógica de venganza y castigo.

Si te interesa aprender mucho más sobre este tema, te invito a leer y estudiar a Angela Davis, Mumia Abu Jamal, Dylan Rodriguez y Ruth Wilson Gilmore para comenzar y en otros ejemplos tenemos el caso seguridad comunitaria de Cherán, los proceso de consenso y justicia en las comunas de Kurdistán, y los experimentos de autogobierno de los zapatistas.