La historia del pueblo miskitu (o miskito como aparece en alguna literatura) podría ser una de esas tantas epopeyas que narran el origen de una estirpe y la lucha por su sobrevivencia. La diferencia entre los pueblos indígenas y esos grandes referentes como la Ilíada o el éxodo de los judíos, es que de los primeros ha quedado muy poco de lo originalmente escrito, si es que se escribió algo. La memoria de los miskitus pertenece entonces a la tradición oral, y a lo que la historia oficial ha querido contar sobre ellos, que siempre ha sido muy poco.
Los miskitus nunca fueron conquistados y su derecho sobre la tierra y el mar continúa vigente. Desde hace 500 años han librado una batalla contra las distintas formas de conquista que por acción y omisión han puesto en peligro su propia sobrevivencia: desde la colonización inglesa, hasta los diferentes proyectos del Estado-Nación, pasando por Zelaya, la dictadura Somocista, la Revolución Sandinista y la época actual. La relación de los pueblos indígenas con la autoridad -ya sea la de la colonia o la del Estado- nunca ha sido un encuentro amistoso ni pacífico, sino una lucha contra la imposición de los ideales de raza o ante las buenas intenciones del progreso y el desarrollo, que se traducen a veces en el aniquilamiento de una cultura, si no es que es ese el objetivo inicial.
Si queremos ver un poco más allá, debemos leer la historia de Nicaragua a la luz de la existencia de dos naciones: la del Pacífico-Centro y la de la Costa Caribe, siendo la primera quien cuenta la historia de la segunda. Lo que queda en los libros de textos escolares son breves destellos de una cultura lejana, folklorizada como atractivo turístico, llena de fotografías del Palo de Mayo, casitas de madera, niños descalzos y sonrientes señores pescadores. Selvática y llena de recursos pero inexplicablemente pobre, esa era la síntesis que hacíamos después de 11 años de educación básica, donde la Costa Caribe, los pueblos indígenas y afrodescendientes ocupaban, en el mejor de los casos, un par de páginas.
Existe un consenso, en la vida cotidiana y en los libros, sobre lo condenable que fue la Conquista, más por un sentimiento nacionalista y por el dolor ante el despojo de las riquezas, que una condena real sobre el atroz sometimiento de los pueblos indígenas. No nos percatamos que en los libros de texto, el gen del conquistador había mutado en el afán civilizatorio de la construcción del Estado, no querían que viéramos como el mestizo podía comportarse de la misma manera que el vil español del que se independizó.
Dora María Téllez escribió su tesis de historia sobre el sometimiento de las tierras indígenas de Matagalpa y Jinotega causadas por el Estado nicaragüense entre los años 1820 a 1890, la tituló: “Muera la gobierna”. Esa frase resumía el clamor de los indígenas ante un gobierno que actuaba como los monarcas de los que alguna vez escucharon. Tan lejana y tan atroz, la gobierna los sometió a trabajos forzados para llevar a cabo carreteras o la instalación del tendido del cable telegráfico. En un siglo, la cercanía geográfica con los centros administrativos del nuevo Estado lograron hacer con las comunidades indígenas de Matagalpa y Jinotega, lo que todavía no han podido hacer con los indígenas del Caribe: obligarlos a olvidar su idioma, volverlos mestizos y transformarlos de indios a campesinos sin tierra.
No es mi intención hacer un recuento de las veces que el pueblo miskitu ha sido sometido por distintos monarcas o gobernantes, sino, señalar que entre la conquista y el estado moderno, las cosas en la práctica no han cambiado demasiado para los pueblos indígenas. El desprecio, el racismo y la condescendía de la Corona han sobrevivido en las buenas intenciones del desarrollo y el progreso. Quizás el caso más reciente y dramático, fue lo que sucedió con la Revolución Sandinista y su incapacidad para comprender las demandas de autonomía del pueblo miskitu. En palabras de Bernard Nietschmann1, uno de los geógrafos que mejor llegó a conocer la Costa Caribe, el Frente Sandinista pretendía “rescatar” a los miskitus para incorporarlos a la revolución, su idea consistía en «desaculturar» a los indígenas para que dejaran su lengua, su cultura, su historia, su auto-gobierno, su territorio y recursos de mar y tierra, sus sistemas económico y social, su propiedad comunal y se convirtieran en campesinos «nicaragüenses», que serían dirigidos por la vanguardia sandinista. Para el FSLN los pueblos indígenas sólo serían «revolucionarios» si abandonaban su identidad, cultura, nacionalidad, historia, gobierno, territorio y recursos.
El trabajo de Bernard Nietschmann2 como geógrafo y el de Gilles Bataillon3 como antropólogo y conocedor de los grupos armados en la Costa Caribe en los años 80’s, nos develan los claroscuros de una guerra que daría inicio en 1981 y duraría 9 años.
En la actualidad, los miskitus viven una nueva guerra que se ha agravado en los últimos años, una que ya no atrae a las cámaras internacionales pero que tiene el mismo objetivo que las anteriores: desplazarlos y depredar sus tierras ancestrales. Desde la Ley de Autonomía decretada en 1987 hasta la Ley 445 sobre la Propiedad Comunal de los Pueblos Indígenas del Caribe4, aprobada en el año 2002, las victorias legales no han significado cambios importantes en la batalla que enfrentan los miskitus ante la alianza de colonos, el ejército y las autoridades locales para negociar con tierras de propiedad comunal, aunque la ley lo impida.
El Estado y las instituciones, pese a los acuerdos ya firmados, han decidido darles la espalda a las comunidades miskitas y le han abierto los brazos a los planes de ganadería y agricultura extensiva de los colonos, aunque esos planes pasen por encima de reservas, áreas protegidas y tierras comunales. La razón que hay detrás de todas esas acciones, es la vieja y antigua razón, de creer que los miskitus y los pueblos indígenas están desprovistos de derechos, y que su relación con la tierra y la naturaleza es la evidencia de un pensamiento atrasado, que no ve en el bosque una oportunidad de negocio, sino un espacio para vivir. Los colonos, que no son más que ex militares y terratenientes5 con poder económico y político, son los emisarios del desarrollo en la Costa Caribe, no importa que tengan que hacerlo llegar a través de las balas.
En diciembre del año 2017, la Alianza de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes de Nicaragua (APIAN) realizó un informe6 sobre la situación de los derechos territoriales de los mismos. En resumen, denunció la inoperancia del Estado y la poca o nula voluntad que tenía de hacer cumplir la Ley 445. En el Capítulo XXII de la Ley, el estado se compromete a iniciar un proceso de saneamiento en relación a las personas ajenas que habitaban los territorios protegidos o que formaban parte de las propiedades comunales.
En el año 2005, el pueblo miskitu representaba el principal grupo étnico de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN) pero debido a la migración interna y el desplazamiento forzado, se calcula que los habitantes mestizos o colonos son la mayoría, lo problemático de estas estimaciones es que no existe un censo de población reciente. APIAN también denuncia en su informe la deforestación causada por empresas mineras y forestales en la Reserva de Biosfera de Bosawas y la invasión a la Reserva Biológica de Indio Maíz. Por último, hace énfasis en los asesinatos a los defensores de los territorios indígenas, además de la persecución y amenazas constantes que enfrentan.
Desde el año 2015, la violencia contra las comunidades miskitus no ha hecho más que aumentar7, tanto así que el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL) junto al Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (CEJUDHCAN) emitieron un informe en marzo de este año8, para encender las luces de alarma sobre la terrible crisis humanitaria que viven los miskitus. Solo durante la primera mitad del 2015 se produjeron 22 incidentes de violencia que incluyen ataques armados. El saldo de estos ataques fueron siete comunitarios asesinados, cuatro desapariciones y 16 personas heridas incluyendo niños y adolescentes.
Nuestro país experimenta una de las peores crisis sociopolíticas de su historia reciente desde abril del 2018, la violencia en las comunidades indígenas comenzó desde mucho antes, pero es innegable que la crisis que atraviesa nuestro país agrava la situación de abandono e impunidad en la que siempre han vivido. La recopilación de historias que hace el CEJIL para ilustrar la gravedad de la violencia que viven los miskitus, incluye secuestros, amenaza de asesinato contra familias o exterminio de poblaciones enteras, desmembramientos y decapitaciones. Mientras todo esto sucede, la policía, el ejército y el Estado de Nicaragua, han hecho poco o nada para detener esta ola de violencia, al contrario, propician la violencia debido a la impunidad.
De acuerdo con información recopilada por el CEJUDHCAN, más de tres mil personas han sido desplazadas a comunidades cercanas, principalmente en Honduras y otras migraron a Puerto Cabezas. El Estado no ha adoptado ninguna medida específica para atender esta situación humanitaria. Muchos de los que no se han marchado, han sido amenazados para no continuar haciendo uso de sus parcelas, su único medio de sobrevivencia.
“Los colonos no juegan, de ser posible asesinarán hasta al último miskitu” ese fue el mensaje que debió transmitir uno de los comunitarios de Santa Fe al ser secuestrado por un grupo de colonos. Según Nietschmann, los mikitus han peleado once guerras importantes, la mayoría han tenido que ver con el acceso a sus territorios y recursos. Han pasado casi 200 años desde que España se retiró de Centroamérica, y desde entonces han sido vendidos, intercambiados, incorporados, reincorporados y robados muchas veces. Solo la pronta recuperación del Estado de Derecho y el legítimo interés por el bienestar de los pueblos indígenas podrá poner fin a esta guerra.
Referencias
[2] Between Land and Water: The Subsistence Ecology of the Miskito Indians (1973) The Unknown War: The Miskito Nation: Nicaragua, and the United States (1989)
[3] Gilles Bataillon (2015) Crónica de una guerrilla: Nicaragua 1982-2007
[4] Ley No. 445, Ley del Régimen de Propiedad comunal de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas De Las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua y de los ríos Bocay, Coco, Indio y Maíz, La Gaceta, Diario Oficial No. 16 del 23 de enero de 2003. Disponible en: https://www.poderjudicial.gob.ni/pjupload/costacaribe/pdf/Ley_445.pdf
[5] Confidencial: Corrupción y muerte en territorio Miskito: Disponible en: https://confidencial.com.ni/corrupcion-muerte-territorio-miskito/
[6] Alianza de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes de Nicaragua (2017) Informe sobre la Situación de los Derechos Territoriales de los Pueblos Indígenas y Afrodescendientes de Nicaragua. Disponible en: https://www.calpi-nicaragua.com/informe-apian-nicaragua-2017/
[7] Confidencial: Salvajismo, crueldad y abandono en territorios indigenas del Caribe. El infierno de los miskitos. Disponible en: https://confidencial.com.ni/infierno-los-miskitos/
[8] Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (2018) Resistencia miskitu: una lucha por el territorio y la vida. Disponible en:https://cejil.org/es/informe-resistencia-miskitu-una-lucha-territorio-y-vida