Volver a un pueblo que no existe
abril 19, 2022
Nydia Elisa Monterrey Guillén
11 min
Bluefields es una ciudad, cabecera departamental de la Costa Caribe Sur, pero a mí me gusta decirle “mi pueblo”. El pueblo que me vio nacer y crecer, en el que salía a las calles y conocía a todo mundo. Salir a hacer un mandado con alguno de mis padres tomaba mucho más tiempo de lo normal por todas las estaciones que hacían para platicar con una persona diferente. Desde niña fui desenvuelta y me encantaba involucrarme en movimientos sociales. Crecí siempre haciendo cosas y conociendo gente. Cuando me tocó dejar mi pueblo para irme a la capital a estudiar, fue un cambio drástico y difícil. Lo irónico ahora es que no sé si quiero volver a ese pueblo de mis sueños, a ese lugar que vive en mi mente y mi corazón, porque ese pueblo ya no existe.
Aunque pueda volver no será lo mismo porque no me encontraré con personas que ya partieron de este plano existencial y de las que no me pude despedir. No saldría de mi casa saludando a todo el mundo porque primero tendría que averiguar en qué bando están mis vecinos por miedo a que me hagan daño. Es que en Nicaragua a partir de abril 2018 la sociedad se dividió en dos bandos: o sos “azul y blanco” o sos un “sapo”. Bueno pensándolo bien, nuestra sociedad siempre ha estado dividida, antes eras contra o revolucionario y luego sandinista o liberal. Quizá a partir de 2018 es que se remarcó esa fractura, porque antes aún divididos nos soportabamos, digamos que había respeto a las diferencias ideológicas porque podíamos convivir en relativa paz y armonía. Hoy en día la cosa es muy diferente porque hasta los establecimientos tienen etiqueta. Si el dueño de un restaurante es “azul y blanco” no asisten los “sapos” a ese establecimiento, y si los “azul y blanco” se dan cuenta de que el propietario de algún negocio es “sapo”, se circula en redes sociales diciendo “NEGOCIO SAPO”.
El nivel de sometimiento social y miedo que ha logrado imponer el Estado en Nicaragua ha llegado a escalas tan grandes que creo que pocos se han detenido a analizar los daños en una sociedad tan fracturada como la nuestra, donde de pronto tu vecino de toda la vida -con quien te ponías al dia en el andén- te representa un peligro porque te puede vender con la policía y en cuestión de momentos estarías preso o muerto. Creo que es ese miedo, ese terror en el que nos ha sumergido el Estado nos ha obligado a crear estos bandos que nos sirven como refugio identitario, a poner barreras entre los unos y los otros, entre los buenos y los malos. ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Si esto lo estuviera leyendo un “sapo” pues el bando de los malos son los “azul y blanco”, pero si lo lee un “azul y blanco” estaría indignado con solo leer la pregunta porque para ellos es un hecho quiénes son los malos. Y es que en la búsqueda de respuestas ante todo lo que hemos vivido, porque necesitamos entender lo que nos pasa para superarlo, buscamos justificaciones y culpables; y nadie quiere estar del lado de los culpables.
El problema es cómo le damos paso a la razón para entender esta fractura social si fue de la noche a la mañana que nos cambió todo y no nos hemos detenido a reconocer un duelo para sanarlo cuando ya tenemos el otro encima, y ese cúmulo de emociones sin trabajar genera en las personas ataques de ansiedad, estrés, enfermedades de origen psicosomático, tristezas, depresión y una larga lista de padecimientos que no son de ahora, son los de hoy más los de hace 40 años, que tampoco se ha hecho mucho para sanarlos, porque en una sociedad que la gente vive al día y con costo se garantiza el plato de comida no se puede exigir priorizar la salud mental porque recibir terapia viene siendo un privilegio que solo goza una parte de la población.
En 2018 mis primeros duelos no fueron con muertos, sino con personas vivas que de un día para otro dejaron de existir en mi vida por esta división. La lista es larga y supongo que a muchos les ha pasado igual, el primero fue un señor al que apreciaba mucho que de pronto empezó a cuestionarme de que cuánta destrucción más iba a provocar yo, que cuantos muertos más quería yo… le dije: “Yo ninguno, pero si por su presidente fuera pues a todos los que le estorban”, de ahí el cuento es feo, pero ya no lo volví a ver ni a dirigirle la palabra ni nada. El segundo fue un hermano de mi papá que le dijo: “Estoy dispuesto a tomar las armas para defender a Daniel Ortega y ojalá no me toque encontrarte del otro lado”, ese día quedé sin el primer tío, otro de ellos lo perdí el 13 de julio de 2018 cuando yo transmitía en vivo a través de mi perfil de Facebook cómo paramilitares disparaban a estudiantes y civiles que nos refugiabamos en la parroquia Divina Misericordia. Durante esa transmisión en la que la mayoría de las personas nos enviaban fuerzas y oraciones, mi tío comentaba: “Ni en Televisa te contratarian, porque no servis ni como actriz”. Luego a esa lista se fueron sumando amigos de toda la vida de mi papá, como el que fue mi maestro y director cuando de niña colaboré en una radio, se sumaron chavalos simpatizantes sandinistas que fueron mis “amigos” de toda la niñez, también compañeros del Movimiento Scout, se sumó la dentista que me sacó muchos dientes de niña, porque los de leche no se me caían de manera natural, recuerdo que yo amaba llevarle dibujitos y crecí admirandola, de pronto la veía en redes despotricando odio contra nosotros los “puchitos” y me dolio saber a toda esta gente del lado del asesino del pueblo, del que atentó contra mi vida y con la vida de cada uno de los y las nicaragüenses por amor al poder.
El responsable de todas nuestras desgracias como país es Daniel Ortega Saavedra y también Rosario Murillo mejor conocida como “La Chayo”. Ellos se van a ir, ya no quiero intentar predecir cuándo, porque la última vez fue hace 4 años y recuerdo que gritabamos a todo pulmón que Daniel y la Chayo no llegaban a mayo y en ese entonces lo creí con todo mi corazón por eso el golpe fue más duro. Así que prefiero no apostarle a ninguna fecha, pero sí estoy segura que se van a ir, porque nada es eterno en el mundo y cuando eso pase nosotros quedaremos y vamos a tener que convivir, ¿podremos vivir con ese miedo de matarnos unos a otros? ¿Podremos estar en paz si en una sociedad dividida sus ciudadanos se hacen mala cara, se tiran chifletas y hasta se matan entre sí?
Voy a cerrar mencionando a Arturo Mcfields, pues el día que tomó la palabra para hablar en favor del pueblo de Nicaragua me devolvió la esperanza de que un día nos vamos a unir todos y todas contra el verdadero villano. Me hizo reflexionar, porque es una muestra de cómo el Frente Sandinista los tiene viviendo en un mundo de fantasía, consumiendo noticias de sus medios y adoctrinados con una historia inventada por ellos y asumida por sus creyentes, eso me ayuda un poco a comprender su postura y dejar de verles con odio porque son tan víctimas del Estado como lo somos todos nosotros.