¿Centroamérica sin alimentos?: Crisis alimentaria alcanzará a 2.7 millones de personas en 2024
Maldito País
octubre 20, 2023
Fenómenos naturales, el cambio climático, las crisis económicas y sociopolíticas, hacen a Centroamérica una tierra vulnerable. Una de las evidencias de este hecho se encuentra en la escasez de alimentos recrudecida en los últimos meses en Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador.
El informe de la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas (FEWS NET por sus siglas en inglés) emitido en octubre, anticipa impactos significativos para la producción de alimentos en Centroamérica. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) prevé que la seguridad alimentaria y la nutrición de 1,6 millones de personas en estos países se verá potencialmente afectada por el fenómeno de El Niño. Para marzo de 2024, FEWS NET predice que aproximadamente 2,7 millones de personas necesitarán asistencia alimentaria en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Además, las predicciones para abril de 2024 colocan a El Salvador entre los países que incrementará el número de personas que necesitarán asistencia alimentaria, si no toma medidas urgentes para paliar la crisis.
En el Corredor Seco y el norte de Honduras, se espera que los agricultores pierdan hasta el 25% de sus cosechas este año, aumentando los niveles de hambre, según el informe. En Nicaragua, se estima que el 50% de las cosechas fueron afectadas por las condiciones de sequía. Desde mayo, El Niño ha suprimido las lluvias estacionales y dejado a su paso altas temperaturas.
Según el monitoreo realizado por FEWS NET, estos países de Centroamérica se encuentran en fase 3 de inseguridad alimentaria aguda. En números, los impactos de esta crisis afectarán a entre el 4 % y el 11 % de la población de cada país, siendo Guatemala el territorio con más población impactada por la falta de alimentos, con alrededor de 1.99 millones de personas, según el monitoreo realizado en septiembre de 2023 con proyecciones a 2024.
Para el caso del Caribe, “las altas temperaturas están afectando las condiciones del suelo y el agua, repercutiendo en la productividad y los ingresos de los trabajadores, provocando fluctuaciones en los precios y el comercio de alimentos y, en última instancia, afectando a la disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de los cultivos clave, las poblaciones de peces y el ganado”, expresa el informe.
“La alimentación debería ser un problema de seguridad nacional”
El Salvador cerró el mes de julio 2023 con la canasta básica más alta de su historia, solo por debajo de Nicaragua, según informaron organizaciones populares en este país, llegando a $255 para el área urbana y $193.98 para el área rural. Además, denunciaron que 1.8 millones de personas en pobreza extrema no alcanzarán a cubrir la Canasta Básica Alimentaria (CBA) ni la Canasta Básica Alimentaria Ampliada.
Para el mes de septiembre, la CBA en Guatemala cerró con Q3,825 y la canasta vital en Q8,831, según datos de el Instituto Nacional de Estadísticas; mientras que la Dirección de Protección al Consumidor de Honduras informó que las y los hondureños gastan apróximadamente L 2,300 en la CBA. Cabe resaltar que Honduras y El Salvador tienen el salario mínimo más bajo de Centroamérica, con $331 y $365 respectivamente, según el Banco Mundial.
Adalberto Blanco es miembro de la Mesa por la Soberanía Alimentaria en El Salvador, un espacio que aglutina a más de 32 organizaciones que ponen en alta voz la urgencia de políticas públicas ante la crisis alimentaria en este país y el resto de Centroamérica. Para explicar esta situación la región, Blanco expresa que vivimos en una zona “multiamenaza”, es decir, que se ve afectada por diferentes fenómenos internos y externos que ponen en riesgo la alimentación de la población, por ejemplo, tormentas, terremotos, huracanes, crisis económica y sociopolíticas.
“Pero también tiene que ver con el modelo de desarrollo de la región, tenemos un modelo que no crea condiciones para enfrentar estas amenazas, que ya sabemos que existen. Luego, por país, tenemos una serie de particularidades: Guatemala es uno de los países con mayor desigualdad en Latinoamérica, es decir que hay una población que tiene grandes privilegios contra otra que tiene muy poco acceso a derechos. Entonces hay situaciones de hambrunas y de desnutrición. En el caso de El Salvador, somos un país altamente dependiente de alimentos exportados y esta es una condición histórica”, expresó.
Blanco afirma que, para el caso de El Salvador, esta condición histórica responde a los programas neoliberales de ajuste estructural implementados en las décadas de los 80 y 90, que dejaron débiles las instituciones de apoyo al agro. Además, la apuesta por un modelo de producción a base de maquilas y los Tratados de Libre Comercio firmados en en los años 2000, dejaron a la agricultura en total abandono. En la actualidad, asegura, el gobierno fomenta la importación de alimentos con la aprobación de la Ley de Comercialización Agropecuaria, que también busca destinar tierras y recursos para la producción de agrocombustibles, mientras que se reduce la producción de alimentos y la entrega de paquetes agrícolas a pequeños y pequeñas productoras.
Con los bloqueos de fronteras debido a la situación sociopolítica en Guatemala, que ha generado una serie de protestas, ha sido evidente el desabastecimiento de verduras y granos básicos en este país, afirma Blanco. “Actualmente, la situación de Guatemala ha desnudado las falencias en el tema alimentario en El Salvador. Las ha hecho públicas, las muestra tal como son, es decir, El Salvador es incapaz de alimentar a su propia población. Estamos hablando de precios exorbitantes y desabastecimiento en mercados nacionales”.
Wendy Cruz, coordinadora ejecutiva de la Vía Campesina de Honduras, coincide con Blanco en que la inseguridad alimentaria es un problema estructural. “Centroamérica tiene un modelo de producción exportador y no un modelo de producción de incentivo a la pequeña y mediana agricultura. Según datos del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura), en Honduras vivimos todos los años una inseguridad alimentaria estacionaria, en los meses de mayo a agosto de cada año. Es una situación que se ha naturalizado. Hay un abandono total del agro en la región y esa es una de las causas”, acotó.
Para las y los campesinos en Honduras, producir en ese país “es más un tema de identidad que un tema de incentivos”, explica Cruz, ya que los pequeños agricultores son asfixiados por cadenas grandes de agroindustrias, que impactan directamente en los precios de la CBA. Para la representante de la Vía Campesina, la alimentación no es un negocio, es un derecho que deben asegurar los Estados.
“Pero en nuestros países de la región centroamericana en vez de desarrollar el campo lo que están haciendo son expulsiones. Nosotros les decimos ‘migraciones forzadas’ de nuestra gente, por todo el acaparamiento de tierra y por los conflictos ambientales que tenemos en los territorios. En Honduras se registra que sólo el 12.5% de las personas que viven en el área rural pueden tener acceso a un empleo, y aparte, sin paga digna. Entonces es un problema estructural que estamos viviendo a nivel del mundo, pero especialmente los países de América Latina que somos los más desiguales, los que tenemos los más niveles de pobreza, pero también (la pobreza) está vinculada a la concentración de la riqueza de los bienes productivos”, expresó.
Adalberto Blanco considera que la inseguridad alimentaria debería ser un problema de seguridad nacional, “porque no son solo afectaciones en el momento, son afectaciones en el futuro. Los niños y las niñas que están en una situación de poco acceso a alimentos, van a tener problemas de aprendizaje, problemas de crecimiento y, en el caso de las personas adultas, se genera migración”, dijo. Sin embargo, lamenta que no existan políticas públicas que incentiven la producción de alimentos y que la actual administración del gobierno, liderada por Nayib Bukele, prefiera invertir “en bitcoin y en Miss Universo”.
Resistir en colectividad
María Canil vive en Guatemala. Es integrante de la junta directiva de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), una organización de mujeres que surge en 1985, año en el cual inician el trabajo con grupos de mujeres viudas mayas, de diferentes comunidades de los departamentos de Totonicapán, Chimaltenango y el El Quiché. Ellas impulsan iniciativas agrícolas con mujeres, desde el enfoque de la agroecología, para aportar a minimizar la crisis alimentaria, económica y ambiental, la defensa de la tierra, el territorio y los bienes naturales.
Guatemala vive actualmente una crisis sociopolítica que ha impactado, entre otras cosas, en los precios de la CBA y en los ingresos de su población, en un país donde el 55% de la población vive en pobreza extrema, sin alcanzar los productos de la CBA. María asegura que, en su mayoría, la mujer campesina e indígena no tiene acceso a la tierra, por lo que estas iniciativas ayudan a solventar sus necesidades alimentarias.
“Hemos venido hace años impulsando el empoderamiento económico para las mujeres. Eso nos ayuda muchísimo, porque en algunos lugares, donde las mujeres tienen un poco de terreno, siembran sus hortalizas, frutales, plantas medicinales y eso les ayuda. Pero, no todo podemos responder (nosotras), porque, al final, es responsabilidad de los gobiernos, les compete más a los gobiernos responder estas necesidades, aunque los pueblos siempre se han manifestado”.
Una de las acciones que transgreden a las prácticas tradicionales es el intercambio de semillas nativas, con las que siembran verduras, plantas medicinales y granos. Dicha semilla se ve en peligro debido a la iniciativa de Ley para la protección de obtenciones vegetales, la cual, según reportaron medios de comunicación, es una calca de la “Ley Monsanto”, derogada en 2014 por considerarse que atentaba contra los derechos de las y los agricultores.
“Nos preocupa como pueblo porque se va a prohibir mantener nuestra semilla, a las semillas transgénicas es a la que le van a dar prioridad a las empresas. Hay compromisos del Congreso con las grandes empresas transnacionales para que se logre aprobar esa ley. Es sumamente preocupante para nosotros como pueblos. Seguimos articulando esfuerzos para que no se apruebe y estamos pendientes para que en cualquier momento salirles las calles, o sea, queremos que se respeten nuestra semillas nativas criollas, nuestras formas de cómo conservar las semillas porque son formas milenarias. Siempre hemos mencionado que antes de impulsar cualquier iniciativa de proyectos de leyes, deben consultar a los pueblos, pero hasta ahora, no se ha cumplido ese compromiso por parte de las empresas y gobierno”.
Pese a esta situación, que según los pronósticos tiende a agudizarse, María, Wendy y Adalberto confían en la resistencia de los pueblos de Centroamérica, que va de frente ante la falta de alimentos, el Cambio Climático, la indiferencia de los Estados de la región en garantizar sus derechos y la persistencia de las prácticas milenarias que se niegan a morir.