El olvido como política de Estado

Maldito País

octubre 14, 2022

Quizás uno de los temas más recurrentes en las conversaciones con muchos colegas y amigos tiene que ver con la dificultad para acceder a la información en Nicaragua, suena a una conversación aburrida pero explica muchas dinámicas que nos atraviesan como nación.  Hemos escuchado cientos de veces como los periodistas denuncian los obstáculos que todo el tiempo han tenido para acceder a datos públicos, por desgracia, el problema es aún más profundo y sistemático de lo que podemos imaginar. Quien quiera que haya hecho o intentado hacer una investigación en Nicaragua utilizando fuentes oficiales se ha encontrado con el mismo problema, la escasa cantidad de material disponible para consulta. 

A veces es necesario poner las cosas en perspectiva para dimensionar el tamaño del problema. Al menos en mi caso, entendí que era un asunto preocupante hasta que recibí un taller de clasificación documental con dos personas del Archivo Nacional de Costa Rica, cuando vi las fotos de las instalaciones no podía creer que existiera algo así en Centroamérica, era las imágenes de un enorme y moderno edificio dedicado únicamente a resguardar la historia de la administración pública en ese país. Al taller habían asistido personas de distintas instituciones del gobierno que no habían recibido mayor capacitación en el tema archivístico y necesitaban aprender un poco más, pero las anécdotas sobre su trabajo que nos compartían en las sesiones reflejaban que el problema no solo era solo un asunto de conocimientos sino de presupuestos y a su vez de interés de parte del gobierno. No tenían instalaciones adecuadas, ni archivadores, ni carpetas, los documentos en las instituciones se apilaban en cajas a ras del suelo esperando un día ser clasificados y si con suerte eso sucedía, esos documentos se restringían al público.

Durante los años que hice trabajo de archivo jamás pude conocer más que superficialmente las instalaciones del Archivo General de la Nación porque por alguna razón siempre estaban cerradas al público, en una ocasión nos dijeron que después de una fuerte lluvia el techo se había desprendido, muchos documentos se habían mojado y estaban intentando recuperarlos con una secadora de cabello.  Los investigadores con los que conversaba contaban historias de terror sobre viejos documentos guardados en cajas de galletas, serios problemas con la humedad que arrasaba con todo a su paso, el bien sabido pero poco denunciado tráfico de documentos de parte de los altos mandos de la institución y los serios problemas de presupuesto. 

Querer indagar sobre el pasado conlleva inevitablemente a hacerse la pregunta ¿y esos documentos donde estarán? Por ejemplo, sabíamos que era común que muchos exfuncionarios públicos se llevaran archivos de su administración a sus casas una vez terminado su periodo. ¿Dónde están los documentos que sobrevivieron de la dictadura de Somoza? Suponemos que deben estar en el Archivo Nacional pero muy pocos han tenido acceso a ellos. ¿Dónde están los archivos de la Guardia Nacional? Nadie esta seguro. ¿Y los documentos del Ministerio del Interior durante la revolución? Todo forma parte de un misterio, existen teorías pero la realidad es que muy pocos saben la ubicación exacta de esos papeles.  Imaginar poder verlos suena más a una fantasía que una posibilidad real. Y los mismo sucede con una enorme cantidad de documentos de instituciones que no sabemos si existen o no, si están en alguna caja de galletas sin clasificar ni digitalizar, si recogen polvo en alguna casa, o si fueron destruidos para nunca dejar evidencia de asuntos comprometedores.

En una conversación publica que tuve con Fernanda Zeledón y Mateo Jarquín hablamos sobre los retos de hacer investigación histórica en Nicaragua, por ejemplo Mateo nos contaba como para realizar su trabajo sobre el periodo de la Revolución Sandinista tuvo que hacerlo desde los archivos de Cuba y desde los informes del Departamento de Estado en Estados Unidos porque acceder a esa información en Nicaragua es prácticamente imposible. Y esa ha sido la estrategia de los historiadores que han decidido estudiar nuestro país, las principales fuentes de información provienen de los documentos en el extranjero, principalmente desde Estados Unidos. Los documentos de Sandino son una especie de mito, sabemos que los preserva el Ejército de Nicaragua, pero muy pocas personas han recibido respuesta a sus solicitudes para conocerlos, es gracias a esfuerzos como los del profesor Michael Schroeder que podemos acceder a información de la época, él fue el responsable de la creación de un enorme archivo histórico digital sobre la intervención norteamericana en Nicaragua durante los años 20 y 30. 

Ya en el 2004, María de los Ángeles Chirino exponía la precaria situación de los archivos en Nicaragua apuntando que no solo se trataba de un problema de presupuesto, sino que este desinterés era parte de una política sistemática de desmemoria, una forma de establecer un divorcio entre la sociedad y el Estado donde ni la ciudadanía mas informada tiene puentes para cuestionar el poder. Por mi parte yo agregaría un elemento más a las palabras de María de los Ángeles, creo que es importante evidenciar como este “desinterés” ha sido un mecanismo muy eficiente para los usos y la reescritura del pasado por quienes están en el poder. Sin duda el olvido siempre ha sido una política de Estado.