Guatemala: De la desesperanza a la resistencia de masas

Maldito País

octubre 14, 2023

El país está literalmente paralizado, pero más vivo que nunca.

La semana pasada autoridades ancestrales y comunidades indígenas se levantaron contra la corrupción, y en ocho días unieron a Guatemala en las calles. Han bloqueado el país para exigir respeto a los resultados de las últimas elecciones. El primer día 17 puntos de demostración, ahora, en el octavo día, 140 puntos de demostración. 140. El director de aviación del Aeropuerto Internacional La Aurora acaba de declarar que se han agotado las reservas de combustible y se ha coordinado con los aeropuertos de los países vecinos para recibir y recargar a las aeronaves con destino a Guatemala.

Los pronósticos electorales de junio pasado sugerían que el proceso abriría más puertas para que la corrupción y el crimen organizado se infiltrara en las instituciones. De hecho, en un intento del statu quo por mantener sus privilegios anularon tres fórmulas presidenciales que destacaban en las encuestas y que dejaban abajo a sus candidatos afines. Estas cancelaciones generaron el efecto contrario: el descontento de la gente contra el sistema se consolidó en apoyar al candidato del partido reformista «Semilla». Las encuestas le daban el 7% del apoyo popular, nadie lo vio venir, en la primera vuelta quedó en segundo lugar y arrasó en la segunda consolidando más del 60% de los votos. Las élites están desconcertadas, ninguna de sus estrategias les funcionó, les salió todo al revés. 

En este octavo día de paro nacional se nota la presión, pero también la esperanza.

Las comunidades indígenas, además de su lucha ancestral por la protección de la vida y de su tierra, esta vez se volcaron a defender lo que queda de la democracia guatemalteca. El resto de los guatemaltecos no tuvieron más que atender el llamado y unirse.

Estudiantes, médicos, sindicatos y órdenes religiosas se han sumado a la huelga acompañando la resistencia pacífica de las comunidades, suministrando alimentos y agua. En varios puntos de bloqueo, las comunidades indígenas han transformado el paro en una celebración. Hay rituales mayas de sanación para purificar las instituciones públicas, otros grupos de personas revientan piñatas con forma de los funcionarios públicos acusados de proteger el sistema de corrupción. Artistas y estudiantes universitarios han llevado música y coloridos desfiles a las calles.

Es el festival de la resistencia.

Las marimbas y la cumbia hacen bailar a los manifestantes. Los médicos ofrecen consultas a las personas. Y las comunidades en resistencia comparten alimentos con los policías que han sido enviados a custodiar los puntos de bloqueo. Pero también hay protestas silenciosas, empleados de la justicia tiraron papeles de sus ventanas al ver pasar la manifestación, otros empleados del Instituto Guatemalteco de Turismo colgaron una pancarta en apoyo al paro nacional.

Ese Estado racista que históricamente ha despojado a los pueblos indígenas de sus tierras ancestrales y medios de vida, que ha discriminado y menospreciado la labor asistencial y de salud pública que realizan las comadronas indígenas, este mismo Estado está siendo defendido por estas comunidades discriminadas. No es un cheque en blanco. Es la defensa de un ápice de esperanza de que ese Estado pueda transformarse desde dentro y detener el racismo institucional y la corrupción que proclama. Ese es el enorme peso que tienen el presidente electo Bernardo Arévalo y su gabinete si logran asumir el cargo en enero próximo. Ni una gota de corrupción, de lo contrario lo echará todo a perder.

Ocho días de huelga han puesto en jaque al actual gobierno y a las élites conservadoras cómplices de cooptar y corromper al Estado a su favor. El paro nacional es tan grande y tan extendido que parece que ríos de gente están coloreando las calles. Es tan grande que una respuesta violenta de la fuerza pública para diluirla parece inviable. Sin embargo, esta noche se registraron los primeros ataques de la policía con gases lacrimógenos contra los manifestantes. A estas alturas, el actual gobierno y la Fiscalía General de la República no tienen ni una gota de vergüenza y desconocen totalmente a la diplomacia: en las últimas semanas no han cesado en sus esfuerzos por revertir los resultados electorales a pesar de que toda la comunidad internacional tiene los ojos puestos en Guatemala.

La consigna a finales de la semana pasada cambió de #ParoNacional a #ParoNacionalIndefinido para dejar claro que no desalojarán las calles hasta que la fiscal general Consuelo Porras, el fiscal contra la corrupción y la impunidad (FECI) Rafael Curruchiche y el juez Fredy Orellana renuncien a sus cargos. El país los acusa de llevar a cabo un golpe de Estado en cámara lenta en el que pretenden anular el proceso electoral que le ha dado la victoria a Bernardo Arévalo. El juez Fredy Orellana autorizó los allanamientos en el Tribunal Supremo Electoral para que la FECI confiscara las actas de las últimas elecciones, también ordenó la cancelación del partido Semilla.

Aunque los corazones se llenan de esperanza al darse cuenta de que hay miles de personas de diferentes orígenes movilizadas para exigir un cambio, una posible escalada violenta sigue siendo preocupante. Al menos, el Gobierno ya ha solicitado y confirmado la mediación de la Organización de Estados Americanos para buscar una salida. La magnitud de las manifestaciones ha presionado al Gobierno para que intente dialogar. Por lo general, este Gobierno ha reaccionado declarando estados de sitio en estas situaciones, por el momento no ha sido así. Esperemos que el diálogo sea fructífero.

Guatemala, Centroamérica te mira con ojos de esperanza.