Abajo las fronteras, nadie es ilegal por Cindy Espina

Las mujeres que ondean las banderas centroamericanas en contra del ICE 

Maldito País

julio 1, 2025

Christina, 26 años y Jazmín de 37, son mujeres estadounidenses hijas de padres y madres centroamericanas. Christina nació en la costa Este y Jazmín en la costa Oeste de Estados Unidos, pero el 7 de junio ambas sacaron las banderas de los países de origen de sus progenitores y asistieron a las primeras manifestaciones organizadas en Los Ángeles para rechazar las redadas ejecutadas por el ICE en contra de la población inmigrante.

Esta es la historia, contada a través de la cercanía que permite la virtualidad, de dos mujeres con raíces centroamericanas que sacaron las banderas de Guatemala y El Salvador, y las hicieron resaltar como puntos azulados en medio del verde, blanco y rojo de las decenas de banderas de México. Es de esa manera que la vida de las protagonistas, que  han tenido caminos un poco diferentes, convergen en las manifestaciones que se han desarrollado desde el seis de junio en las distintas ciudades de California, Estados Unidos (EE.UU.), principalmente en Los Ángeles, y que la mayoría han sido en contra del aumento de las redadas violentas a cargo del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).

Durante una semana consecutiva las calles de Los Ángeles se llenaron de manifestantes que pedían de una manera pacífica que el ICE saliera de su ciudad, en medio de una avanzada sin igual, en contra de las personas migrantes. Para estas personas tomarse las calles y mirar a los ojos a aquellos funcionarios cómplices de ejecutar una política de deportación de forma violenta,  es parte de una serie de actos de resistencia que han llevado a cabo en comunidad para mantener unificadas y a salvo a las familias inmigrantes. Es la exigencia y demanda por su derecho a permanecer, a quedarse. 

Algunos momentos de estas jornadas fueron interrumpidos por la violencia policial. En medio de balas de goma y nubes tóxicas de gas pimienta, miles de personas se congregaron para cerrar vías importantes de la ciudad, algo que quizás no se veía desde el año 1992; cuando los policías detenidos por golpear brutalmente a un hombre afroamericano llamado Rodney King fueron absueltos, y la ciudad de Los Ángeles respondió con protestas, disturbios y levantamientos.

Esa misma semana, pero en el otro extremo de Estados Unidos, en Washington D.C., el presidente Donald Trump se preparaba para asistir, el 14 de junio, a un desfile militar – justo el día de su cumpleaños número 79- con el motivo de celebrar el 250 aniversario del Ejército. Mientras el resto del país se contagiaba de la resistencia de los angelinos, por lo que convocaron a marchar el día del cumpleaños de Trump para rechazar las políticas de su gobierno, las cuales consideran autoritarias y es por eso que llamaron al movimiento: “En América no tenemos reyes”.

Nace el entusiasmo de organizarse

Christina Roca, de 26 años y originaria de Connecticut, una ciudad ubicada en el lado Este de EE.UU., a 154 kilómetros de Nueva York asistió desde el seis de junio a las jornadas de protestas y resistencia en contra del ICE en California, y la marcha del 14 de junio en California en contra del gobierno Trump, fue la última protesta grande a la que asistió. Los motivos para salir a las calles tienen sus raíces en la historia de sus progenitores y de su familia en Estados Unidos: su padre es de origen guatemalteco y su madre es de origen hondureño. Ambos llegaron en los años noventa a EE.UU. y obtuvieron sus documentos regulatorios de ciudadanía estadounidense en 2009. Sin embargo, algunos de sus tíos, tías, primos y primas aún se encuentran irregularizados por el sistema de inmigración estadounidense, a pesar de que llevan una gran parte de su vida viviendo ahí. 

Esa situación que atraviesa su vida y círculo familiar ha sido la mayor influencia en su trabajo y convicciones. Es por eso que estudió Sociología y Estudios Globales, lo cual la llevó a vincularse con organizaciones que apoyaban a la población migrante en las fronteras entre México y Estados Unidos, y también fue lo que la llevó a mudarse a California. En la costa Oeste, que es donde vive actualmente se mudó para trabajar en la asistencia legal a la niñez migrante no acompañada, pero los recortes presupuestarios del gobierno de Donald Trump desfinanciaron la organización con la que trabajaba, lo cual impidió que continuara con sus labores. 

Entonces para Christina, el salir a las calles de California, principalmente en la ciudad de  Santa Ana, fue la conjunción que atraviesa su vida personal y familiar con su trabajo. Un camino que recorre su infancia, hasta llegar a su vida profesional y que ha encontrado en las manifestaciones en contra del ICE, un espacio para seguir organizándose en colectivo a favor de la comunidad inmigrante en Estados Unidos, a favor de su familia. 

Desde su silla de escritorio, la cual mueve de un lado a otro mientras hablamos a la distancia, dice con mucha ilusión  -y una sonrisa atraviesa la pantalla de su computadora para llegar hasta la mía-  que está interesada en unirse a los colectivos de Rapid Response, enfocados en apoyar a personas que intentan ser detenidas por el ICE. También menciona que debido a que actualmente tiene un trabajo de medio tiempo, este verano irá a apoyar las protestas que se congregan afuera de las juntas del Gobierno de California, para presionar que la policía estatal deje de apoyar al ICE en su trabajo de persecución a la población inmigrante latina. Entre sus planes también  se encuentra el conseguir una bandera de Honduras para ondearla durante las protestas, dice que le frustra aún no poder encontrar una que la vincule a los orígenes de su mamá, pero por ahora solo tiene una pequeña de Guatemala, la cual ondeó durante todo junio en distintas ciudades californianas. 

Crédito: Cristina Roca

Un historia marcada por las luchas colectivas

Jazmín Tobar de 37 años tiene una historia familiar y de vida marcada por la organización social y las manifestaciones en California. Nació en Los Ángeles, es hija de padre salvadoreño y madre hondureña salvadoreña, ambos refugiados de la guerra en El Salvador durante los años ochenta. 

Su historia la cuenta desde su celular en donde ha tomado la videollamada. Mientras con una mano sostiene su celular, con la otra refuerza las palabras que pronuncia, las cuales fluyen muy rápido, como un relato que ya ha contado varias veces. Jazmín inicia hablando de sus progenitores,  quienes le enseñaron de justicia social, pero no querían que ella se involucrara en asuntos políticos o activismos. Pero el deseo de su papá y su mamá no logró cumplirse, porque en marzo de 2006 ella organizó a sus compañeros de clase para asistir a “la gran marcha” para demandar que no se aprobara la ley que pretendía tipificar como delito la estancia permanente en Estados Unidos de las personas que carecían de documentos de inmigración. 

“Desde ahí no paré”, dice Jazmín mientras se le cuela una risa al recordar que hizo todo lo contradictorio a lo que querían su padre y su madre. Jazmín Tobar es doctora en Trabajo Social y es profesora de la Universidad Estatal de California, en el Departamento de Estudios Centroamericanos y Transfronterizos. Imparte clase de historia revolucionaria de Centroamérica y de la diáspora centroamericana en Estados Unidos. Dice con orgullo que es el único departamento de investigación sobre América Central en EE.UU. 

Después de más de dos décadas de asistir a todas las manifestaciones, Jazmín ahora se encarga más de la logística de estas, sobre todo para garantizar la seguridad a sus vecinos y compañeras. Pero todo este tiempo, ella no ha sido solo parte de las protestas, sino que conoce y es una relatora y experta en la historia de los movimientos sociales en Los Ángeles, por lo que asegura que las marchas de junio en contra del ICE unieron a las organizaciones de base de esa ciudad y que la activación los ha llevado a ser más estratégicos. 

Debido a que es verano, la doctora en Trabajo Social dice que tiene más tiempo para dedicarse al activismo en donde su trabajo se enfoca en apoyar a la comunidad centroamericana de Los Ángeles. Uno de esos trabajos es con el colectivo de Rapid Response y cuenta que el día anterior tuvo que ir al área sur de Los Ángeles para atender una llamada en donde le pedían ayuda para detener y documentar las redadas que el ICE llevaba a cabo en ese lugar. Jazmín cuenta que ese día el ICE no logró su objetivo, se fue del área, cree que fue porque llegó mucha gente a auxiliar a las familias que se encontraban amenazadas. Eso le da mucha satisfacción, aunque la contiene, porque prefiere no bajar la guardia. 

En otras ocasiones, como parte del trabajo que realiza, ha tenido que apoyar a familias completas a realizar un plan en caso sean deportados. Para ella, esa es la parte más difícil de toda su labor comunitaria, porque ese acto de solidaridad también es un duelo por el avance de las políticas y leyes que en marzo de 2006 la animaron a salir a las calles junto a cientos de angelinos y por lo que aún lucha en las calles de su ciudad natal. 

Crédito: Jazmin Tobar

El resignificado de las banderas centroamericanas

Pero la profesora Jazmín Tobar también encuentra pequeños momentos de resistencia, que para ella son alegría y consisten en ondear la bandera del país donde nacieron sus progenitores. En las manifestaciones de principios de junio en Los Ángeles ella salió a ondear la bandera salvadoreña, la que une a sus progenitores y que también considera suya. Para Jazmín, con ese pequeño ondeo de la bandera azul y blanco, ella visibiliza la amplia comunidad de centroamericanos en Los Ángeles. Dice que son más de un millón de personas de Centroamérica en Los Ángeles, pero que la narrativa mediática siempre resalta a la población con orígenes mexicanos. 

“Hay mucha gente que dice ahorita que por ser salvadoreño no puedes tener orgullo, porque Nayib Bukele es un dictador, y entiendo esa crítica y entiendo el problema de cualquier país en cuanto al nacionalismo, pero (sacar la bandera de El Salvador) también es una manera de mostrar de dónde venimos y no podemos dejar que esa historia no se diga”, menciona la activista, profesora y académica angelina durante la entrevista, que por el ritmo de sus palabras y el ir y venir de preguntas que ella misma se hace, pareciera ser más una reflexión interna, que una respuesta. 

Christina Roca también considera que sacar la bandera de Guatemala en las manifestaciones contra el ICE es un acto para visibilizar a la comunidad centroamericana. Entre risas, cuenta que es agobiante ver el montón de banderas mexicanas enormes, mientras ella va con su pequeña bandera celeste y blanco, pero que de vez en cuando se ha encontrado en las marchas a varias personas que le gritan “¡Ey chapina!” y la saludan, porque también son de Guatemala. 

“Yo sé que tengo el privilegio de ser nacida aquí (EE.UU.) y de poder ir a ver a mi familia, pero a la vez estoy orgullosa de mis raíces  y por eso voy a tener esas banderas en mente y en las protestas, para que no se olvide el esfuerzo que mi mamá y papá hicieron para llegar a este país, para darnos el estudio y el trabajo”, dice Christina mientras su voz se mezcla con un leve carraspeo. 

Aunque las manifestaciones en las ciudades de California disminuyeron después de la imposición del toque de queda en Los Ángeles el 11 de junio (de las 20 horas a las 06 horas), las acciones de la comunidad siguen activas, principalmente en los grupos de Rapid Response, donde Jazmín tiene una lucha recorrida y Christina busca construirla. Los grupos de respuesta rápida son actualmente el cobijo que envuelve o detiene con la presencia de la comunidad y denuncia el violento acto de capturar para deportar que realiza el ICE en los Estados Unidos.