
Minería, deforestación, extractivismo y represión: el deterioro ambiental en Nicaragua a raíz de la crisis del 2018
Maldito País
abril 22, 2025
El 3 de abril de 2018, un colono provocó un incendio dentro de la comunidad Siempre Viva, Refugio de vida Silvestre Río San Juan. Este se extendió hasta la Reserva Indio Maíz y duró más de 10 días. El siniestro dejó como saldo 6 mil hectáreas de bosque destruídas, la muerte de cientos de especies y la indignación de la población que empezó a levantarse para exigir la protección de la Reserva.
Esta situación fue la punta de lanza de la crisis sociopolítica de 2018. Las manifestaciones espontáneas presenciales y digitales de cientos de jóvenes de diferentes regiones e incluso de distintas universidades comenzaron a surgir. Si bien los problemas medioambientales no iniciaron en 2018, desde ahí a la fecha, el país enfrenta una de las peores crisis de su historia reciente.
El régimen Ortega Murillo ha entregado gran parte del territorio al extractivismo, las multinacionales y al auge de la agroindustria, lo que ha dejado una huella profunda en el territorio y las comunidades del país, así lo afirma Amaru Ruiz, de la Fundación del Río, una de las organizaciones que, desde el exilio, continúa documentando y denunciando los impactos del modelo extractivista promovido por la dictadura.
“El modelo neoextractivista impuesto por el régimen de Ortega Murillo ha desencadenado una serie de impactos ambientales que van desde procesos de deforestación hasta el desplazamiento forzado”, afirma Amaru.
Para el año 2000, Nicaragua tenía una cobertura boscosa del 42%. Según la investigación “Bosques en venta” del Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción, con la entrada de Daniel Ortega en 2007, el proceso sistemático de concentración del poder y sus decisiones políticas han tenido graves consecuencias en el sector forestal, ya que el régimen ha buscado beneficiar sectores privados, particulares y de la familia en el poder.
La investigación indica que hasta 2022 existían en el país 110 industrias forestales. 30% se encuentran en Nueva Segovia, 16% en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN), 9% en Estelí, el 8% en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur (RACCS), 6% en Chontales y 30% en el resto de departamentos.

Entre las causas de la deforestación se encuentra la ganadería extensiva, que se practica incluso en áreas naturales protegidas. A esto se suma la presión sobre pueblos indígenas, sobre todo de la Costa Caribe.
“En el Caribe norte, la invasión a territorios indígenas ha sido violenta, generando asesinatos y desplazamiento forzado de familias”, denuncia el activista Amaru Ruiz. Mientras tanto, en el sur del país, territorio fronterizo con Costa Rica, aunque la violencia ha sido menor, el patrón de invasión se repite. “El régimen intentó imponer planes de ‘convivencia pacífica’ para legalizar la permanencia de colonos en territorios indígenas invadidos”.
Entre 2018 y marzo de 2024, se documentan 67 incidentes violentos en territorios indígenas: masacres, muertes violentas y desapariciones, dejando un total de 161 víctimas. Así lo reveló el informe “Violaciones y abusos a los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas y Afrodescendientes de la Costa Caribe de Nicaragua”, elaborado por el Grupo de Expertos en Derechos Humanos (Ghren) de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Otras actividades que han impactado a la naturaleza son la minería artesanal, la pesca con bombas químicas y el uso excesivo de agroquímicos, que forman parte de un cóctel tóxico que afecta a los suelos y a las fuentes de agua. Por otro lado, Amaru advierte que el tráfico de fauna continúa en aumento. “No solo para el comercio nacional, sino también para la exportación”.
Todas estas actividades son consentidas por el régimen Ortega-Murillo, que ha entregado la cuarta parte del país (23%) a empresas mineras. Por otra parte, en 2023, empresas chinas recibieron 13 concesiones de explotación minera en 190 días.
También, el régimen ha promovido la reconversión energética (tránsito de la matriz energética nacional de combustibles fósiles a energías renovables) como un logro climático. Sin embargo, Ruiz enfatiza en que “el precio del kilovatio en Nicaragua es uno de los más altos de Centroamérica”. Asegura que se trata de un negocio más que de un esfuerzo ambiental real.
En este sentido, también se refirió al fallido proyecto de Bioclima, financiado por el Fondo Verde del Clima y cancelado en 2024 por incumplimiento de políticas y salvaguardas ambientales y sociales, con el que Nicaragua perdió 116.6 millones de dólares. “El proyecto de Bioclima proponía la captación de carbono para el mercado voluntario, mientras en la práctica no se detenía la deforestación”, dijo.
La atención a los impactos climáticos tampoco ha sido priorizada. Ruiz señala que “la prioridad del país debería ser la adaptación al cambio climático, no la mitigación, pero el régimen prioriza donde hay oportunidades de negocio”. Y cuando los desastres ocurren, como con los huracanes Eta e Iota, la ayuda humanitaria termina siendo utilizada con fines políticos. “La ayuda humanitaria fue instrumentalizada políticamente por el régimen, beneficiando principalmente a su militancia”.
Desde 2018, la situación ha empeorado con el cierre de organizaciones ambientales. “El cierre de organizaciones ambientales ha generado un caldo de cultivo para que aumenten los procesos de deterioro ambiental en el país”, lamenta Ruiz. Y recuerda que todo este proceso tiene raíces profundas: “Desde 2007, con la alianza entre el régimen y el sector privado, se fortaleció un modelo de inversión extractivista sin enfoque en derechos laborales ni ambientales”.
“Después del incendio, vino la minería”
Fundación del Río ha denunciado el avance de la minería ilegal, sobre todo en las áreas de reserva ecológica. Recientemente advirtieron de un nuevo sitio de extracción en el territorio de los pueblos Rama Kriol.
El sitio se denomina Punta Fina/Caño Negro. Según las imágenes que muestra la fundación, existe un gran avance de degradación ambiental debido a este nuevo sitio de extracción de minerales.

Las imágenes satelitales comparadas entre 2023 y 2024 muestran que el lugar situado en Punta Fina/Caño Negro es reciente, además alrededor de esos puntos se muestra aumento de los procesos de deforestación e invasión dentro de la Reserva Indio Maíz y el territorio Rama Kriol.
“Desde 2019, Fundación del Río ha identificado cuatro sitios de minería ilegal en la Reserva Indio Maíz y tres dentro del territorio Rama Kriol. Las Cruces es el más grande: 250 hectáreas, (equivalente a unos 350 campos de fútbol), tres barrios, 724 champas, dos bares, una iglesia, puntos de prostitución y drogas”, reveló la Fundación en sus redes sociales.
Sobre Las Cruces, la Fundación revela en una nota de prensa las formas en que son trasladados los alimentos, las maquinarias que se utilizan e incluso, reportes de ventas de drogas en la zona.
“Los alimentos y abarrotes son llevados en lancha desde la ciudad de El Castillo y dejados sobre la rivera del Río San Juan, luego son transportados a pie hasta la mina. Los materiales utilizados en la actividad minera y maquinarias como plantas eléctricas, motores estacionarios, balines, tómbolas, rotomartillos están llegando desde Costa Rica; incluyendo mercurio y cianuro. Además, se reporta la venta de drogas como crack y cocaína proveniente también desde Costa Rica”.

Además, la Fundación señala que entre 2023 y 2025, el Ejército de Nicaragua (EN), particularmente el Destacamento Militar Sur, ha publicado 22 notas informativas en las que señala diversas detenciones e incautaciones de materiales, equipos e insumos dedicados a la actividad minera dentro de la Reserva Biológica Indio Maíz.
“En dichas notas, el EN confirma la actividad minera, sin embargo, sus acciones se han concentrado sobre el Río San Juan, particularmente en el puesto de Boca de San Carlos; otras instituciones como MARENA y el Ministerio de Energía y Minas no han confirmado oficialmente las actividades mineras en la zona”, señalan.

Ruiz lamenta que la situación medioambiental de Nicaragua se encuentre en grave peligro ante la complicidad entre el régimen y las empresas mineras.
“El régimen en vez de detener, regular y controlar… lo que hace es propiciar, establecer sociedades e incluso da permisos para que se siga desarrollando ese modelo en detrimento de los derechos de las comunidades indígenas (…) ha modificado al menos tres veces el sistema de evaluación ambiental para facilitar la entrada del modelo extractivista”, expresó.
En la Reserva Indio Maíz, ya son cuatro los sitios de extracción minera, todos dentro del mismo bosque que ardió en llamas en 2018 y cuya destrucción encendió la indignación de todo un país que encontraba, una vez más, razones para levantarse contra la dictadura.
