Convertirse en una persona desaparecida es entrar en un espacio temporal en el que reina el suspenso. La incertidumbre es capaz de llenarlo todo, menos el vacío que deja la pérdida del contacto con la vida de un ser querido. Desde 2018, el régimen de los Ortega-Murillo ha afinado cada vez su estrategia de terror: pasando de encarcelaciones masivas —en condiciones de tortura— a la aplicación de la desaparición forzada como mecanismo “ejemplarizante”. Las historias de Anibal Rivas y Fabiola Tercero encarnan las implicaciones internas y externas de ser una persona desaparecida en Nicaragua.