Nicaragua un país sin organizaciones feministas: entre la resistencia y la censura

Maldito País

noviembre 25, 2024

En un país donde el autoritarismo parece haberse consolidado, las feministas no renuncian a la esperanza de construir un futuro mejor.

-Se escucha el ruido de una llamada entrante. 

¿Aló? 

-¿Ya te diste cuenta?

-¿Qué pasó?, –sintió un hueco en el estómago.

Van a confiscar nuestra organización, el gobierno lo acaba de confirmar.

Para Luisa esa noticia no significaba el final de sus casi de 30 años de trabajo con mujeres rurales del norte, pero sí simbolizaba una nueva etapa de represión para las activistas feministas que han tratado de compensar  la ausencia de un Estado de Derecho en Nicaragua con su trabajo en defensa de las mujeres, niñas y adolescentes vulnerables.

Este no fue un caso aislado, es uno más dentro del cierre masivo de aproximadamente  5 500 organizaciones de la sociedad civil desde el año 2018. En cuanto a las organizaciones de mujeres, unas 189 fueron cerradas entre enero de 2021 y agosto del 2024. Se trata de un plan sistemático.

Bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, Nicaragua se ha convertido en un país sin organizaciones feministas, que ha obligado a las activistas a resistir desde el exilio y la clandestinidad ante la represión del gobierno. Las organizaciones feministas asumieron la responsabilidad de atender sus necesidades y la defensa de sus derechos ante las violencias y desigualdades estructurales, según Carmen Chamorro, politóloga nicaragüense. 

“El Estado no ha logrado, ni se ha interesado en cubrir las necesidades básicas de las mujeres (…), aunque el gobierno ha implementado leyes que supuestamente protegen a las mujeres, sabemos que en la práctica no es así. La responsabilidad de atender estas necesidades ha recaído históricamente en las organizaciones feministas. Ellas han asumido esta carga, han dado respuestas y han sido la primera línea de defensa para los derechos de las mujeres y niñas”, declaró la experta a Hora Cero.

Por décadas las organizaciones feministas han complementado el trabajo de un Estado deficiente que a pesar de que aboga por los «derechos de las mujeres», sabemos que tiene muchísimas carencias. Estas organizaciones ofrecían apoyo legal, educativos, apoyo emocional y político a miles de ciudadanas en situación de vulnerabilidad. Al día de hoy, sin estos espacios, el impacto es profundo no solo en las mujeres, sino en el tejido social del país y plantea retos complicados para una futura transición democrática. 

El legado de las organizaciones feministas

Antes de que la régimen Ortega Murillo decidiera atacar a todas las organizaciones de la sociedad civil,  desde el movimiento feminista se procuparaba la apertura de espacios de diálogo sobre igualdad de género, la justicia social y los derechos humanos. Estas organizaciones convirtieron sus espacios en un ambiente seguro para que las mujeres reflexionaran sobre diversos temas y pudieran organizarse según sus necesidades. La búsqueda de libertad en un país  que cada año se volvía más autoritario fue un valor que caracterizó a estas iniciativas.

Su labor ha sido fundamental para acompañar a las mujeres que sufren la violencia machista y también para concientizar al resto de la población acerca de los problemas que a diario afectan a todas las nicaragüenses. El cierre masivo de estas organizaciones ha profundizado la desprotección. Incluso las acciones a distancia como el activismo digital, la organización virtual y las denuncias sobre el conteo de la víctimas de la violencia machista se han tornado difíciles de realizar bajo el extremo control estatal, explicó Chamorro. 

Entre las organizaciones feministas clausuradas más importantes  está La Corriente Feminista, que fue fundada en 1994 y era un referente del pensamiento crítico feminista en Nicaragua. A través de programas como Cuerpos Sin-Vergüenzas y Con Nuestras Palabras, promovieron la reflexión sobre el cuerpo, la sexualidad y los derechos de las personas LGBTQIA+

Su Observatorio LGBTIQ+ brindaba información verificada y actualizada sobre las agresiones a las personas de la comunidad disidentes sexuales en Nicaragua, información que no es contabilizada por las instituciones del régimen de Ortega y Murillo.  Por otro lado, su biblioteca feminista especializada en género, que sirivió para facilitar el aprendizaje y el debate entre generaciones.

También destacó el Movimiento de Mujeres María Elena Cuadra (MEC), también fundado en 1994, luchó por los derechos laborales de las trabajadoras y brindó apoyo legal y psicosocial a víctimas de violencia. Aunque su cierre en 2022 fue un golpe para el activismo feminista, su legado perdura en las vidas de miles de mujeres trabajadroras.

En ese sentido, la Red de Mujeres de Matagalpa amplió la labor al trabajar en comunidades rurales, colaborando con mujeres mediante talleres educativos y programas de prevención de violencia. Incluso en contextos adversos, estas organizaciones dejaron una huella transformadora en un país que necesita urgentemente su labor.

Nicaragua: un Estado ausente

El cierre de organizaciones feministas también ha significado un retroceso en materia de derechos humanos. “No se puede pensar en el desarrollo de derechos humanos, especialmente los de las mujeres, si en Nicaragua ni siquiera existe el derecho de alzar la voz, de participar o de pedir reformas y nuevas leyes. Sin espacios de participación que no estén alineados con el gobierno, no hay forma de avanzar. Finalmente, el mensaje que envía un gobierno que no protege ni promueve los derechos de las mujeres es claro: falta de compromiso con la igualdad, la justicia y los derechos humanos fundamentales”, agregó la politóloga. 

Para la especialista, el avance “no es viable”. En Nicaragua no hay mecanismos institucionales para garantizar la participación política real. Aunque existen leyes y otros mecanismos de protección en papel, no se cumplen. Otra de las preocupaciones es la alta tasa de femicidios y el silencio estatal. Hasta el mes de octubre, se habían registrado el femicidio de 76 mujeres, según datos de la organización Católicas por el Derecho a Decidir (CDD).

Además, la violencia doméstica es una de las principales amenazas para las mujeres nicaragüenses, especialmente en la Costa Caribe. Una ex trabajadora de una organización feminista de la Costa Caribe consultada por Hora Cero nos relató casos en los que niñas abusadas sexualmente acudieron a buscar ayuda, pero sin organizaciones que las respalden, los procedimientos legales y emocionales para protegerlas ya no existen. “No tienen un acompañamiento efectivo porque las organizaciones ya no están disponibles para ayudarlas con denuncias o protección”, agregó.

Impacto en el tejido social

Las mujeres han tenido que adaptar su participación en espacios feministas y de la sociedad civil para seguir informando y abordando los efectos de la crisis sociopolítica en la vida  de las mujeres. La ausencia de espacios físicos representa un «golpe fuerte», ya que dificulta la formación de una masa crítica de jóvenes feministas con una conciencia profunda sobre las desigualdades, explicó Katherine Ramírez, activista feminista exiliada.

 «La narrativa pública del Estado, que criminaliza a quienes levantan la voz, agrava estos desafíos. Las jóvenes feministas han visto las consecuencias que enfrentaron otras mujeres comprometidas: expulsiones, detenciones arbitrarias, el cierre de organizaciones y la restricción de la libertad de asociación. Este escenario desincentiva la participación y organización de las más jóvenes, complicando aún más su integración al movimiento feminista», indicó Ramírez.

La percepción internacional de que Nicaragua ha avanzado en igualdad de género se aleja cada vez más de la realidad. Aunque el país figura en índices de participación femenina en espacios políticos, como la Asamblea Nacional, esta representación carece de poder real. «Las mujeres en esos espacios no tienen voz ni capacidad de decisión. Todo está controlado por el Ejecutivo, lo que convierte esa representación en una fachada vacía», señaló la politóloga Chamorro.

Retos en la posible transición

La lucha por los derechos de las mujeres en Nicaragua enfrenta desafíos más allá de las barreras de género tradicionales. La polarización, fomentada por campañas de desinformación, lleva a que las organizaciones feministas sean percibidas como extremistas o contrarias a los valores de sectores conservadores que incluso son opositores al régimen de Ortega, afirmó la experta Chamorro. 

La representatividad persiste como un reto importante para las feministas. «A pesar de ello, las mujeres hemos estado trabajando desde mucho antes de la crisis de 2018, aunque en gran parte tras bambalinas, debido al rechazo público que enfrentamos. Este trabajo se ha hecho muchas veces desde un acercamiento organizativo a nivel de base, y aunque hay mujeres con perfiles políticos muy relevantes, cercanas al pueblo y valientes en sus liderazgos, la percepción general sigue siendo negativa», afirmó Chamorro.

Para ella, es esencial visibilizar las violencias dentro de los espacios políticos de oposición, lo que permitiría cambiar el paradigma de guardar silencio «para no dañar la lucha». «No podemos seguir permitiendo la participación de hombres agresores y abusivos en espacios de incidencia, algo que se ha perpetuado por años», agregó. 

La reconstrucción del tejido social será un desafío fundamental tras años de polarización y represión. «Será crucial sanar las divisiones dentro de las comunidades, reconstruir la confianza entre la ciudadanía y fortalecer el diálogo democrático. Las organizaciones sociales tendrán que liderar procesos de reconciliación y justicia restaurativa que permitan abordar las heridas del pasado sin dejar de lado las demandas de verdad, justicia y reparación», dijo otra de las feministas entrevistadas que pidió permanecer en el anonimato debido a que su organización fue una de las tantas que han sido canceladas durante estos años. 

La sociedad civil necesitará condiciones mínimas de seguridad y libertad para operar, lo que incluirá el levantamiento de restricciones legales, la devolución de bienes confiscados y la revisión de leyes que criminalizan el activismo. «Se deben establecer marcos legales claros que protejan a las defensoras de derechos humanos, periodistas y activistas», agregó. 

La resistencia feminista en el exilio y dentro de Nicaragua

A pesar de los enormes desafíos, el movimiento feminista nicaragüense sigue resistiendo desde el exilio y la clandestinidad, continuando con su lucha por los derechos de las mujeres y la libertad de Nicaragua. Estas organizaciones no solo representaron un refugio para las víctimas de violencia, sino que también evidenciaron el poder transformador de la acción colectiva, incluso en los contextos más represivos como en lo que se ha convertido Nicaragua. En un país donde el autoritarismo parece haberse consolidado, las feministas no renuncian a la esperanza de construir un futuro mejor.

Activando redes de solidaridad internacional con Nicaragua, difundiendo información actualizada y con enfoque de género sobre lo que pasa en el país, organizando redes de apoyo y refugio para migrantes nicaragüenses, etc.

Sin embargo, persisten las preguntas fundamentales de ciertos grupos que trabajan dentro de Nicaragua y sienten constantemente el brazo represor del régimen: ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos articular los esfuerzos de quienes están fuera del país con los que permanecen dentro?  

La activista que habita en la Costa Caribe se cuestiona constantemente qué alternativas existen para continuar trabajando, incluso con los recursos limitados que tienen a su disposición. A pesar de toda la represión y la persecución, todavía existe el ímpetu de hacer cosas para la defensa de los derechos de las mujeres en Nicaragua, actualmente  las mujeres nicaragüenses se encuentran trabajando dentro y fuera del país para aportar a la resistencia en un contexto de dictadura.

Cuando las condiciones sean óptimas todos los esfuerzos serán necesarios para garantizar que nunca más se repita algo parecido en Nicaragua, y el movimiento de mujeres tiene que ser parte de las discusiones centrales para la refundación del país una vez que estemos en democracia.