
Mujeres sin tierra: la desigualdad en el acceso a la tierra que enfrentan las centroamericanas
Maldito País
marzo 7, 2025
En El Salvador, María* trabaja la tierra en su natal departamento de Ahuachapán, fronterizo con Guatemala. Todos los días cuida y cultiva decenas de verduras y hierbas aromáticas con las que alimenta a sus 4 hijos e hijas y su compañero de vida, también vende entre las personas de su caserío ubicado en San Francisco Menéndez. Sin embargo, María trabaja en una tierra que no le pertenece.
Ella cuenta a HoraCero que el “solar” -como le llama al terreno donde cultiva- pertenece a un señor que migró a Estados Unidos y es quien le alquila a ella y a otra vecina para que siembren sus productos. Pero, con la afrenta directa del gobierno de Donald Trump contra las personas migrantes, el dueño del terreno ha decidido volver al país y construir una casa antes de ser deportado. María y su vecina tienen 15 días para desalojar el lugar.
“Ahora ya no hayamos dónde poner el huerto. Ahí cultivamos tomates, lechugas, ejotes, pepinos, plantas aromáticas y medicinales, de todo. Sacamos para nuestro consumo y para vender en la comunidad, así vamos comprando las cosas que necesitamos en el hogar. Estamos preguntandole a otra señora si nos alquila un terreno, si no sale, ya vamos a ver cómo hacemos”, expresó.
Su pareja padece de diabetes e insuficiencia renal. Ante la falta de recursos, ha decidido enviar a estudiar solamente a su hijo de 6 años, quien gasta 4 dólares para movilizarse hasta la escuela, mientras que sus hijas, de 14 y 18 años, le ayudan a cuidar el huerto y a vender sus productos. Afirma que, al menos en su comunidad, no conoce a ninguna mujer que sea dueña de la tierra que trabaja.
En Centroamérica, las mujeres enfrentan grandes desafíos para acceder a la tierra y tener un hogar propio y terreno para cultivar alimentos. Según el informe “Ellas alimentan al mundo”, publicado por LatFem y We Effect, la desigualdad de género en cuanto a la propiedad y la titularidad de la tierra limita la autonomía económica y social de las mujeres.
Para el caso de El Salvador, un 37% de las encuestadas por el estudio aseguró que no tiene un título de propiedad o no conoce al dueño de la tierra que trabaja. Muchas de las tierras otorgadas a mujeres provienen de cooperativas creadas tras la reforma agraria de 1980. Sin embargo, los hombres siguen predominando en la titularidad de propiedades.
La Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples de 2023 indica que, hasta ese año, solo 15,590 mujeres eran propietarias de la tierra que trabajaban. Las mujeres son las responsables del cuidado de la vida en sus comunidades, pero sin acceso a la tierra, su capacidad para sostenerse a ellas y sus familias se ve limitada
“Las mujeres hemos sido excluidas, se nos ha negado el derecho a la propiedad, el sistema patriarcal y el sistema capitalista nos etiqueta a nosotras como propiedad de alguien más”, explica Carolina Amaya, de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES).

El informe de LatFem también destaca que las mujeres campesinas deben lidiar con la falta de recursos para mejorar los suelos que rentan o heredan. En muchos casos, se les entregan terrenos en zonas peligrosas o sin acceso a servicios básicos, lo que las obliga a migrar y las deja en una situación aún más vulnerable.
También les son entregadas tierras muy pequeñas a diferencia de los hombres. Por ejemplo en Nicaragua, un estudio de la Iniciativa Mujer, Tierra y Derechos, afirma que el 59.2% de las mujeres rurales en este país tienen acceso a tierras inferiores a dos manzanas. Este mismo informe indica que el 40% de las mujeres rurales accede a tierras por medio de la compra o herencia.
Al respecto, el informe del régimen Nicaragüense, presentado en el marco del aniversario de los acuerdos de Beijing sobre derechos de las mujeres, en 2024, afirma haber beneficiado a 370,753 mujeres con títulos de propiedad.
Para el caso de Guatemala, el estudio de LatFem detalla que en 2008, según la Encuesta Nacional Agropecuaria, las mujeres representaban el 18,2% de quienes producen alimentos en ese país y, según un estudio de la Secretaría Presidencial de la Mujer (2013), era más común que las guatemaltecas tuvieran acceso a la tierra mediante el usufructo y el colonato, dejando en evidencia su escaso poder para decidir plenamente sobre la tierra que trabajan.
En el informe, una integrante de la Coordinadora de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), María Rosario Barrera, denunció que las tierras más fértiles están en manos de los grandes empresarios que tienen monocultivos (como palma aceitera) y otros de exportación, mientras que los pueblos “luchan por recuperar sus territorios». Además, la burocracia estatal impone trabas adicionales, ya que para acceder a títulos de propiedad, las mujeres deben cumplir requisitos como estar casadas o ser madres.
Honduras tiene el 16% de mujeres con acceso a tierra. La mayoría accede a tierras para trabajar a través de terrenos comunitarios, mientras que el 70% afirmó que la tierra que trabajan está en manos de terratenientes nacionales.
La lucha por la tierra se ha visto empañada por la persecución y violencia hacia líderes campesinas. Las lideresas en este país viven violencia por su rol comunitario y como defensoras de la tierra (28%).
Brechas y deudas históricas
A pesar de que en varios países de la región las reformas agrarias hicieron un intento de reajustar la distribución de la tierra, lo cierto es que en toda la región, las mujeres tienen el menor porcentaje tanto de acceso a la tierra, como de la toma de decisiones sobre esta. El estudio sobre el Estado de la Agroecología en Costa Rica indica que solamente el 8.1% de los títulos de propiedad en este país están en manos de las mujeres.
“Esto es el reflejo de que las políticas agrarias siguen careciendo de un análisis de género que realmente responda a disminuir esta forma de desigualdad, violencia y exclusión histórica”, expresa el estudio.
Para Carolina Amaya, la falta de acceso a la tierra y todo lo que ello implica se traduce en más expresiones de violencia para las mujeres, a nivel institucional como por la misma comunidad.
“Nosotras seguimos levantando la voz. No tener acceso a la tierra también se traduce en violencia contra las mujeres. Caminar largas distancias en busca de agua, ser desalojadas de terrenos que han trabajado, todo esto limita su derecho a una vida digna”, dijo.
Pese a los desafíos que mantienen en condiciones desiguales a las mujeres, ellas siguen resistiendo desde diferentes ámbitos. Muchas cuentan con proyectos colectivos donde llegan a producir más de 12 tipos de alimentos que no solo mejoran la dieta de sus familias, sino que brindan una fuente de ingresos
“Las mujeres piensan en colectivo, en la familia. Si ellas tienen acceso a la tierra, garantizan la alimentación no solo de sus hijos, sino de toda la comunidad”, explica Amaya.
*María es un nombre ficticio para proteger la identidad de la fuente.
