Históricamente, El Salvador ha tenido predominio de regímenes autoritarios, desde gobiernos personalistas, como el de Maximiliano Hernández Martínez, hasta oligarquías cerradas. La verdadera democracia con alternancia y libertad ha sido limitada y reciente, sobre todo después de los acuerdos de paz.
Así reflexionó el historiador salvadoreño Hector Lindo, en una plática con HoraCero, donde abordó las recientes reformas a la Constitución desde una perspectiva histórica, profunda y crítica, aportando una mirada reflexiva sobre las implicaciones actuales para la democracia y el futuro del país.
Lindo ubica las recientes reformas, como la eliminación de los límites para la reelección presidencial y la extensión del mandato a seis años, dentro de un patrón histórico de concentración del poder en El Salvador. Colocando sobre la mesa antecedentes del Siglo XIX, señala que en su país “el único caso donde se permitió la reelección indefinida fue con Rafael Zaldívar, en 1883. Pero debido a su corrupción, sufrió un golpe de Estado”.
Héctor Lindo Fuentes menciona varios regímenes autoritarios y gobiernos con concentración de poder en la historia de El Salvador.
1- Rafael Zaldívar (finales del siglo XIX)
2- La oligarquía y las dinastías familiares, como los Meléndez Quiñónez (principios del siglo XX)
3- Maximiliano Hernández Martínez (1930–1944 y sucesivos intentos)
4- Período posterior a Martínez, con gobiernos militares y alianzas con la oligarquía
5- Actuales tendencias bajo el gobierno de Nayib Bukele
Dentro del contexto latinoamericano, Lindo menciona ejemplos como los de Hugo Chávez en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua, “quienes introdujeron mecanismos similares para perpetuarse en el poder”. Sin embargo, puntualiza en la diferencia con el caso salvadoreño en la rapidez sin precedentes con que se aprobaron las reformas.
“Es totalmente inaudito que, en una sola tarde, sin ninguna discusión, se introdujera un cambio importantísimo en la Constitución, con dos plenarias en un mismo día”, advirtió Lindo, colocándolo como una ruptura con las tradiciones democráticas y los procesos de análisis parlamentario.
Por otro lado, Lindo alerta que la manipulación de la historia es común para justificar la concentración del poder, con el objetivo de “crear una realidad alterna en la que la dictadura se presenta como la mejor solución a los problemas”.
Según el historiador, la configuración actual favorece la permanencia de Bukele y su partido, al tiempo que introduce otros controles autoritarios. “La corrupción no es solo para enriquecerse, sino también para obtener lealtades. Un gobernante autoritario permite la corrupción a sus seguidores para asegurar su apoyo”.
Añade que entre las reacciones ante el debilitamiento de la popularidad son la “manipulación del sistema legal para combatir a la oposición” y las amenazas con el aumento de recursos para el ejército, ya que vislumbra “la posibilidad de una represión más violenta”.
“Cuando todo lo demás falla, la represión violenta ha sido utilizada para mantener a un grupo pequeño en el poder, como ocurrió en las épocas de Martínez y otras dictaduras”, expresó.
El Salvador atraviesa un momento crítico: la posibilidad de continuar ciclos históricos de autoritarismo. Para contrarrestar esta tendencia, Lindo insiste en rescatar la memoria democrática y referentes históricos fundamentales que inspiren “a la sociedad civil y actores políticos para contrarrestar el autoritarismo”.
Coloca como ejemplo al Partido Constitucionalista fundado en 1903 luego del asesinato de Manuel Enrique Araujo, con miembros destacados como Miguel Tomás Molina, que volvió a fundarlo en 1922 para luchar contra la dinastía de la familia Meléndez Quiñonez.
“Tiene gran seguimiento sobre todo entre las mujeres. Sin embargo, el movimiento de mujeres fue reprimido por Quiñonez con una masacre en la navidad de 1922. Pero luego, el mismo Miguel Tomás Molina y el grupo que estaba detrás de ese partido, vuelve a la vida política en 1944 y logran derrocar a Martínez”, relata Lindo.
Para Lindo, el Partido Constitucionalista representó una corriente democrática inclusiva que, a pesar de la represión y los obstáculos, mantuvo viva la esperanza y la lucha por una democracia basada en el respeto a la Constitución y fue parte importante de la resistencia que derrocó al general Martínez, que contó con activistas e intelectuales como Salvador Merlos, Amparo Casamalguapa, Prudencia Ayala, entre otros.
“La democracia no es perfecta, pero es el sistema que más favorece a las mayorías y evita la violencia, por ello debemos defenderla con compromiso, organización y memoria”, concluyó.
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