El caso de Fausia y la lucha por la despenalización del aborto en Honduras
Maldito País
junio 21, 2024
Como muchas mujeres en las comunidades de Honduras, Fausia fue a recoger agua al río. Ahí dos hombres la golpearon y fue violada por uno de ellos. Luego la amenazaron de muerte si decía algo a la policía. Un mes después, venció el miedo y presentó la denuncia. El médico forense le informó que estaba embarazada y le advirtió que si interrumpía su embarazo, sería judicializada. Así inició su calvario. Años después de los hechos, ha llevado a Honduras ante la ONU para exigir justicia por las consecuencias que viven las mujeres ante la penalización absoluta del aborto.
Luego del ataque, Fausia también acudió al sistema de salud hondureño donde, en teoría, debía recibir atención integral ante el abuso que había vivido. Sin embargo, cuando fue al hospital, el personal médico la intimidó y amenazó con denunciar si abortaba, porque en Honduras ese servicio de salud está totalmente prohibido. Como consecuencia, Fausia tuvo que asumir una maternidad forzada.
“Cuando ella cuenta su historia, dice que fue sobreviviente de una violación sexual, que ella no estaba buscando ese embarazo sino que, por el contrario, es consecuencia de un hecho sumamente violento. Lo que hace el personal de salud es decirle: ‘pero usted sabe que aquí eso no está permitido y aquí ya queda registrado que usted está embarazada. Si usted llega a intentar interrumpir ese embarazo, la que se va para la cárcel, es usted’. Lo que hacen es revictimizarla”, explica Lucía Hernández, asesora legal del Centro de Derechos Reproductivos.
Fausia es el pseudónimo que ella misma escogió para contar su historia, la cual es considerada emblemática para la protección de los derechos reproductivos de las mujeres en este país centroamericano. Ella es una mujer indígena del pueblo Nahua, defensora de los derechos de los pueblos indígenas y de los territorios. Una labor que le ha traído múltiples adversidades como violencia de género, discriminación y desplazamiento forzado.
El ataque que vivió en el río en 2015, afirma en su relato, fue en represalia por su papel de lideresa dentro de la comunidad. Este acto no solo fue un ataque a su integridad física y emocional, sino también una estrategia para silenciar su voz y socavar su lucha. “Las intenciones de los agresores eran desterrar a toda la familia”, afirma Regina Fonseca, del Centro de Derechos de las Mujeres de Honduras, quien conoció a Fausia cuando tenía cinco meses de embarazo, producto de la agresión que vivió.
“La agresión fue en 2015. Han pasado nueve años y en todo este tiempo, Fausia ha tenido que ser reubicada frente al riesgo por las amenazas de sus agresores, porque estas personas son parte también de una familia que vive en la comunidad, y que realmente querían desterrarlos. En su comunidad había una casa comunitaria para el pueblo indígena y también la destruyeron. Su familia es campesina y sus medios de vida son el trabajo en el campo y tuvieron que salir de su comunidad. En todo este tiempo, Fausia ha cambiado en 10 ocasiones de lugar de donde vive”, explicó.
En una entrevista para una agencia internacional, Fausia relata los impactos en su salud mental, luego de verse forzada a llevar un embarazo producto de una violación: “Pensé en suicidarme por el mismo rechazo que sentía, por el mismo dolor, por el mismo sufrimiento. Yo misma me sentía rechazada, me sentía asco. Si hubiera tenido la oportunidad de haberlo interrumpido, lo hubiera hecho porque es algo que le dio un giro a mi vida, es una marca imborrable para toda la vida”.
Regina Fonseca afirma que Fausia está diagnosticada con depresión, ansiedad y estrés post traumático. Tanto sus hijos como su madre y padre, también presentan impactos en su salud mental y física debido a las amenazas y el despojo de sus territorios.
“Lo que ha vivido Fausia, ha sido una situación sumamente complicada, porque el Estado ha sido incapaz de tomar medidas de políticas y legislación orientada a prevenir que estos hechos sucedan, atenderlas de manera adecuada, más humanizada y a resolver de acuerdo a las propias demandas de las mujeres. Fausia claramente quería interrumpir su embarazo y esta opción le fue negada. De hecho, cuando sucedió la agresión hasta la anticoncepción de emergencia estaba prohibida. Eso es un Estado ausente, pero tiene un impacto particular para las mujeres más empobrecidas, indígenas, que viven en zonas empobrecidas, que han sido olvidadas por las políticas del Estado a través de los distintos gobiernos”.
Organizaciones locales como el Centro de Derechos de las Mujeres (CDM), e internacionales como el Centro de Derechos Reproductivos, han acompañado a Fausia en la búsqueda de justicia. La asesora legal del Centro de Derechos Reproductivos explica que, luego de 8 años de los hechos, la justicia hondureña condenó a los responsables del ataque hacia Fausia. Sin embargo, afirma, este fue un proceso desigual donde muchas de las cargas para condenar a los agresores recayeron sobre ella.
“Ella tiene una representación judicial que permite continuar el proceso y finalmente el proceso llega a su final, pero con muchas cargas que en lugar de asumirlas el Estado para investigar y sancionar a los responsables, se traslada esas cargas sobre la víctima. Por fortuna, pudo conseguir un abogado privado con ayuda de estas organizaciones y finalmente, hasta el año pasado, hubo sentencia en contra de los dos agresores, a pesar de las dilaciones que hubo a lo largo del proceso”.
Fausia vs el Estado que le falló
Honduras es una de las seis naciones en América Latina y El Caribe -junto a El Salvador, Nicaragua, República Dominicana, Haití y Suriname- en las que el aborto está completamente prohibido. En el caso de Honduras, se encuentra legislado en los artículos 126, 127, 128 y 132 del Código Penal.
Estos artículos definen el aborto como “la muerte de un ser humano en cualquier momento del embarazo o durante el parto”, y es penado con tres a seis años de prisión si la mujer lo hubiese consentido; con seis a ocho años si el agente obra sin el consentimiento de la madre y sin emplear violencia o intimidación; y con ocho a diez años de reclusión si el agente emplea violencia, intimidación o engaño. Agrega también penas para los médicos y personal de salud que lo practique
En 2021, el congreso hondureño blindó la prohibición total del aborto a través de una reforma al artículo 67 de la Constitución de la República, que en su texto original establecía que “al que está por nacer se le considerará nacido para todo lo que le favorezca dentro de los límites establecidos por la Ley”. La reforma prohíbe la interrupción “de la vida por parte de la madre o un tercero” y elevó el artículo a pétreo, es decir, solo se podrá reformar con tres cuartas partes del Congreso.
Por otra parte, la pastilla anticonceptiva de emergencia (PAE), fue prohibida en honduras desde 2009, por un Acuerdo Ministerial de la Secretaría de Salud durante el gobierno golpista de Roberto Micheletti, quien consideraba que la pastilla era un método abortivo. No fue hasta 2023 que la actual presidenta, Xiomara Castro, firmó el Acuerdo Ejecutivo 75-2023, con el que se autoriza la libre comercialización y uso. El Acuerdo señala que se proveerá de manera gratuita en los centros de salud del país, y que las farmacias ya no podrán exigir receta médica para vender ese o cualquier otro anticonceptivo.
Pese a este avance, organizaciones feministas han señalado que la PAE aún no ha llegado a ser de acceso libre, debido a sesgos religiosos de algunos dueños de droguerías y farmacias.
En Honduras, según datos de la Secretaría de Salud (2022), cada día tres niñas menores de 14 años son forzadas a mantener embarazos producto de violaciones, y a ser madres. La falta de acceso real a la pastilla anticonceptiva de emergencia (PAE) y la penalización del aborto afectan sus derechos a la vida, salud, integridad, igualdad y no discriminación y van en contra de los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en sus guías para la atención del aborto publicadas en 2022, recomendó la despenalización del aborto y su regulación desde la salud pública.
El caso de Fausia es también representativo de un patrón de violencia generalizado contra las mujeres indígenas, rurales y personas defensoras de la tierra en Honduras. La conflictividad socioambiental, la militarización y las manifestaciones de violencia en zonas de proyectos extractivos, han ubicado al país como el más peligroso para las personas que defienden los territorios y los bienes comunes. El informe de Global Witness de 2022, registró 14 personas defensoras del territorio asesinadas en Honduras.
En este contexto, el Centro de Derechos Reproductivos y el CDM presentaron el caso ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, con el objetivo de que el organismo ordene al Estado hondureño garantizar el acceso al aborto en condiciones seguras, restituya derechos fundamentales violados con la reforma constitucional en relación al aborto y ponga fin a la penalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
Para Regina Fonseca, del CDM, la penalización absoluta del aborto y su prohibición en la Constitución no evita que ocurran abortos pero sí orilla a las mujeres a hacerlos en la clandestinidad y en condiciones inseguras. “También hemos documentado casos de suicidios de mujeres que no encuentran otra salida frente a un embarazo no deseado; o como ocurrió con Fausia, un enorme daño psíquico y físico debido a una maternidad forzada”, dijo.
Las organizaciones litigantes exigen también que los Estados tomen medidas para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres indígenas; garantizar el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, incluyendo la PAE y el aborto seguro; asegurar la participación política y el consentimiento previo, libre e informado de las mujeres indígenas y los pueblos indígenas en decisiones relativas a la propiedad colectiva; permitir el retorno seguro de las comunidades indígenas a sus tierras ancestrales y reconocer su legítima propiedad.
El caso de Fausia no es el único sobre los impactos de la prohibición del aborto en Centroamérica que ha sido elevado a organismos internacionales. En 2021, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió sentencia por el caso de Manuela, con el cual condenó a El Salvador por la detención, juzgamiento y condena de una mujer que sufrió una emergencia obstétrica, así como por la falta de atención médica y posterior muerte. Esta misma instancia tiene pendiente emitir resolución por el caso de Beatriz, otra salvadoreña que vivió graves consecuencias debido a la criminalización del aborto en este país.
“Que esto sirva para Fausia y para todas las Fausias en cualquier lugar del mundo, pero sobre todo las que están en Centroamérica, donde vivimos en democracias más endebles, en estados más autoritarios, donde pareciera que los derechos humanos de las mujeres nunca han sido prioritarios. Vemos cómo los países toman medidas regresivas contrario a lo que dicen los estándares internacionales de derechos humanos”, concluyó la representante del CDM.