La violencia de género como parte del ejercicio del poder: entrevista a Delphine Lacombe
Maldito País
septiembre 18, 2024
HoraCero: Tu nuevo libro hace un recorrido histórico para describir la forma en que se ha abordado el tema de la violencia contra la mujer en términos legales e ideológicos, ¿por qué decidiste hacer una periodización tan larga?
Delphine Lacombe: Yo me apoyo en el trabajo de Victoria González para comprender el papel de la politización o de la calificación de la violencia contra la mujeres antes de 1979, para mostrar cómo se hablaba en términos muy triviales en ese entonces. Mi ambición era comprender a través del análisis de la politización de la violencia contra las mujeres, las dimensiones de género en la historia política de Nicaragua.
En la primera parte hago una definición de lo que significa politización, que es la comprensión de cómo las relaciones sociales, la forma de intercambio y comunicación, las prácticas profesionales, los compromisos asociativos, se convierten en reglas del espacio político y además producen categorías de pensamiento que nos permiten hablar de ellas. La politización es sobre todo comprender categorías de pensamiento que nos permiten hablar de estas violencias, nos permiten comprender cómo ha cambiado, cuál ha sido la evolución, cuáles han sido los grandes momentos que han permitido visibilizar estas violencias, cómo pasamos de una violencia calificada en función de los conflictos entre enemigos políticos a una concepción de la violencia hacia las mujeres, que es en función de cómo está violencia, se dirige a la integridad personal, física, sexual, psicológica de las mujeres en sí y no solo en función de contiendas políticas, de conflictos políticos, esto es una de las cosas que logro demostrar gracias a una periodización larga.
HoraCero: En tu libro hablas de distintos momentos de los movimientos de mujeres y de las demandas hechas al Estado, ¿cuáles fueron los grandes momentos históricos de estas organizaciones y sus demandas?
Delphine Lacombe: Un primer gran momento es cómo dentro del mismo proceso revolucionario hay mujeres que deciden problematizar el maltrato conyugal y la violación. Hay una experiencia pionera en Nicaragua que fue la creación de la Oficina Legal de la Mujer en 1983. La oficina buscó profundizar la revolución y esta experiencia precursora también estuvo bajo el aval del Ministro de Interior de Tomás Borge. En un inicio no se trataba de luchar contra el maltrato conyugal, sino más bien buscaban cómo arreglar problemas de pareja, y cuando se dan cuenta que no se pueden hacer mediaciones, reconocen que la violencia es un obstáculo a la convivencia familiar, ahí cambian de paradigma y quieren luchar contra el maltrato y redactan un informe sobre la situación del maltrato durante la revolución. También se dan procesos paralelos como la lucha por la interrupción voluntaria del embarazo. Hay luchas jurídicas también a la par, luchas para legalizar el divorcio por decisión unilateral, lo cual va a ser aceptado y votado años más tarde. Esta experiencia precursora de la Oficina de Legal de la Mujer es importante porque plantea que la violencia contra la mujer es tan política como la violencia entre enemigos armados. Entonces empiezan a hacer avanzar un lema: lo privado es político.
Hay una segunda gran secuencia que corresponde a un cambio de régimen político, que es después de las elecciones de 1990. Ahí inicia un proceso denso donde se trata de penalizar mejor las violencias sexuales y después entre 1992- 1996 la violencia intrafamiliar. Ese momento es un ensayo de instauración democrática donde la idea es reformar las leyes y se creo la Ley 150, que significa una ruptura, porque hasta 1992 en Nicaragua se penalizaba la violencia sexual en función del estatuto de las mujeres. Lo que importaba era saber si eran casadas o vírgenes, de buena fama o de mala fama. Las feministas que vienen del Frente Sandinista consiguen penalizar y calificar la violencia sexual no en función del estatuto de las mujeres al linaje patriarcal, sino en función de la ofensa misma hacia las personas. En 1996 también todos esos procesos de lucha de las feministas desembocaron en el reconocimiento de la violencia intrafamiliar en la ley penal, con el reconocimiento de la violencia psicológica.
La tercera parte se pregunta qué pasa a partir de los pactos de poder. Lo que analizo de manera detallada en el libro es que no se pueden comprender estos pactos sin comprender su dimensión de género, que es un resorte fundamental, ejemplificado por la manera con la cual Daniel Ortega logra consolidar su impunidad después de la denuncia de su hija adoptiva Zoilamérica, a través de un pacto con Arnoldo Alemán. Esta parte del libro analiza cómo el tratamiento institucional de la violencia de género queda atrapado en este juego de competidores por el poder dominado por figuras tutelares masculinas, es así como se puede comprender la prohibición total del aborto en Nicaragua, el desmantemiento de las leyes que habían sido aprobadas, incluso la ley más reciente sobre feminicidios, todo eso forma parte de los pactos de poder. Entonces, por eso afirmó que el género es una categoría de análisis fundamental para comprender este regreso paulatino al autoritarismo que lleva también a la crisis que conocimos del 2018.
HoraCero: Ya lo has venido mencionando en la conversación, pero las distintas etapas del movimiento feminista nicaragüense también fueron modificando las búsquedas de ciertas victorias legales, ¿cómo fue ese proceso de debate al interior del movimiento?
Delphine Lacombe: Fue un proceso interno y también internacional, por ejemplo, cuando Nicaragua sale de la guerra, hay un estudio que se enfoca en la violencia intrafamiliar para poder calificarla en la Ley Penal porque no existía. Eso era lo que había denunciado la Oficina Legal de la Mujer, que decía que era considerada como una cosa natural que los patriarcas violentaran a sus compañeras de vida. Los años 90 es un momento donde se subraya la idea de que lo privado es político y paradójicamente se vuelve a privatizar esta calificación de la violencia, subrayando que hay que priorizar la penalización de la violencia intrafamiliar, siempre haciendo énfasis en el estatus de las mujeres en función de los hombres.
En los 90, el Movimiento de Mujeres María Elena Cuadra propone que hay que pensar la violencia en términos más integrales, más fieles de hecho a la Convención Belém do Pará, y contemplar politizar el feminicidio, considerar un proyecto integral de lucha contra la violencia hacia las mujeres, el cual se logró aprobar y fue de las de las primeras leyes que Daniel Ortega buscó desvirtuar y disolver después de su llegada al poder.
Ahora desde una nueva generación de mujeres feministas hay una atención a lo que han sido las violencias durante la guerra no solo entre enemigos armados, sino hacia la población, la desmemorialización de estas violencias y como han tenido un impacto en los procesos políticos de los 90 hasta hoy en día. En El Salvador hubo una Comisión de la Verdad, en Guatemala también y ahí se pudo indagar más sobre estos temas, analizando la manera en que las mujeres mayas han sido objeto de violencia sexual como método de terror hacia las poblaciones autóctonas guatemaltecas. En Nicaragua no se ha planteado esto, fue una transición con un pensamiento ahistórico sobre la violencia hacia las mujeres. En los primeros momentos de violencias, cuando Daniel Ortega decide que va a haber un canal interoceánico en Nicaragua, hay actos de violencia sexual que van dirigidos a poblaciones específicas. Entonces me parece que es muy importante comprender estos procesos de politización, visibilización, pero también de ocultamiento donde la violencia de género es parte del ejercicio del poder. Aunque el análisis de este libro termine en el 2008, creo que precisamente aporta elementos de comprensión para la actualidad.