Brasil entre la democracia y el abismo: entrevista a Humberto Meza

Maldito País

octubre 29, 2022

Este  domingo 30 de octubre se llevará a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil. Fernando Henrique Cardozo, expresidente, expresó que lo que se juega en estas elecciones es “democracia o abismo”. La decisión que tendrán que tomar  las y los brasileños  es seguir navegando por el mar del oscurantismo con Bolsonaro,  un gobierno que regresó a Brasil al mapa del hambre mundial, que desmanteló  gran parte de los derechos sociales y erosionó gravemente la democracia brasileña. O Lula da Silva,  el presidente mejor valorado en la era moderna de Brasil, que terminó con un 80% de aprobación en su último mandato.

Pero esta disyuntiva es mucho más grande que una contienda ideológica y Lula  logró formar una coalición más amplia que el Partido de los Trabajadores (PT). “Vamos a dialogar con todas las fuerzas políticas que tengan voto, representatividad, significado político en el país”, dijo al iniciar la campaña por la segunda vuelta, así se fueron sumando  otros líderes de las élites económicas, contrincantes políticos, el sector académico  y movimientos sociales.

Esta vez entrevistamos a Humberto Meza, nicaragüense, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Campinas (UNICAMP) y actualmente investigador por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Residente en Brasil hace más de diez años, es especialista en temas como Movimientos sociales y Acción colectiva, Partidos políticos y Gobernanza urbana. En esta entrevista profundizamos  sobre la importancia de estas elecciones para Brasil y América Latina.

¿Cómo llega Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil?

Humberto Meza: Esa es la pregunta a la que varios investigadores le han dedicado muchísima atención para explicar qué cambió en Brasil en la última década. Como los análisis son variopintos y complejos, tal vez no alcance el espacio para explicarlo todo aquí, pero vale la pena partir desde las perspectivas globales y locales.

Desde la perspectiva global, diría que el fenómeno de Bolsonaro se encaja en la expansión de la “anti-política” que dominó todas las democracias occidentales, como resultado del desencanto de la gente con los fracasos de la democracia formal. Si a eso le sumamos la ampliación de las redes sociales,  todo eso abre la puerta a personajes que entran a la política atacando a la política tradicional, lucrando del desencanto y profundizando una comprensión formal de que “todos son corruptos”, que los partidos políticos son ultrapasado o que ya no hay diferencia entre izquierdas y derechas. Así vimos el avance del trumpismo, el salvinismo de Italia, que ahora llegó a su ápice y en nuestro propio patio, estamos viendo la consolidación del bukelismo en El Salvador.

Del punto de vista local, no podemos olvidar toda la expansión del anti-petismo que dejó la “lava-jato”, algo que pesó muchísimo en la segunda vuelta entre Bolsonaro y Haddad en 2018, además del avance del neopentecostalismo en las favelas y todas las clases populares. El peso de las iglesias evangélicas en esos territorios impone una agenda de costumbres que espanta con la supuesta “ideología de género”, echando mano de prejuicios culturales con los que apela a una “defensa de la familia”. Es surfeando sobre esa ola que Bolsonaro llegó a Brasilia.

¿Qué ha significado en términos de derechos sociales, desarrollo y democracia la gestión de Bolsonaro?

Humberto Meza: Justamente en aspectos como los derechos sociales y democracia es donde encontramos el más profundo déficit de su gestión. Apenas observando Educación y Salud es donde hay mayores pérdidas. El gobierno de Bolsonaro cambió al menos tres veces de ministros de Educación, recortando presupuesto a universidades públicas e instaurando modelos de escuelas militares en colegios de varias capitales. Incluso uno de los últimos ministros de Educación fue acusado por usar el Ministerio como una especie de caja chica para pastores evangélicos.

Ya en Salud no podemos olvidar la dramática gestión durante los dos primeros años de pandemia, caracterizada por el negacionismo, el ataque a los científicos, la campaña por la cloroquina y los subregistros, todo eso debidamente documentado. Brasil perdió más de 600 mil vidas, de las cuales al menos 40 mil podrían haberse salvado si el gobierno hubiese comprado las vacunas a tiempo. Inclusive, durante esos  meses el gobierno llegó a cambiar hasta cinco veces de ministro. Una investigación el año pasado reveló casos deliberados de falta de prevención y la dramática falta de oxígeno en el estado de Amazonas que estimuló pérdidas de vidas. Y eso que tenemos que recordar toda la tragedia ambiental que llevó a perder 20% del territorio de la selva amazónica y los incendios en el Pantanal. Son apenas algunas pinceladas del profundo deterioro social.

Con relación al saldo democrático, estos cuatro años han sido de profundos ataques a los Consejos de Participación, a las ONG y a los movimientos sociales. Casi la mitad de su gestión, Bolsonaro y sus hijos profundizaron el conflicto con el Supremo Tribunal de Justicia, evocando inclusive decretos y normas que eran del período de la dictadura militar. Toda esa narrativa contó con apoyo callejero de personas que inclusive portaron pancartas que pedían el retorno de la dictadura.

¿En que se ha centrado la campaña política de Bolsonaro y cuál es el peligro de un segundo mandato?

Humberto Meza: Precisamente ese conflicto con el Supremo Tribunal ha sido la tónica de su campaña, aunque no la única. Esa relación ríspida con la justicia afecta su relación con la justicia electoral, que es la responsable por los comicios. Bolsonaro llegó inclusive a poner en duda la integridad del proceso, imponiendo la idea de que puede llegar a desconocer los resultados, bastante parecido a la postura de Trump. Su campaña llegó a formular que Brasil debería volver al voto impreso, todo eso enmarcado en un nivel de violencia política sin precedentes. Una investigación de una universidad hace unos meses detectó que la violencia política en Brasil aumentó en más de 300% y en estas elecciones han dejado al menos 55 asesinatos por razones políticas.

Una reelección de Bolsonaro tiende a profundizar ese escenario, con la diferencia de que esta vez controla el Senado, como consecuencia de los resultados de la primera vuelta. Además, en 2023 se van a jubilación tres magistrados del Supremo Tribunal, de modo que el presidente podrá nombrar sus propios magistrados. De ser reelecto, esos tres se suman a los dos que Bolsonaro ya tiene, por lo tanto controlaría también el alto Tribunal. Creo que no necesito explicar lo que sucede cuando un presidente con esas credenciales controla Ejecutivo, Legislativo y Judicial al mismo tiempo.

Las encuestas daban únicamente un 36% a Bolsonaro. ¿De dónde vino ese caudal de votos que no se habían identificado?

Humberto Meza: Desde que pasó la primera vuelta esa ha sido otra de las grandes discusiones, intentando comprender qué fue lo que no capturaron los institutos de sondeo electoral. Eso me parece que es una de las cosas más  complejas, pues existe una base bolsonarista “vergonzante”, pero no apenas eso, sino que además hay un fenómeno de control armado en territorios populares de las llamadas “milicias”, una fuerza externa al Ejército y a la Policía que controla importantísimos espacios en metrópolis clave como São Paulo, Belo Horizonte o Rio de Janeiro. Si a ese caldo le sumamos el control de las iglesias evangélicas, podemos percibir que existen diversos vectores que controlan la vida de electores en áreas populares. Todo eso es muy complejo de capturar por los institutos de investigación, al final de cuentas las fuerzas que se mueven en las fronteras de la ilegalidad no generan datos. 

Esa dificultad es lo que ha tensionado aún más la incertidumbre en el balotaje.

¿Cómo llega Lula después del proceso de lawfare en su contra? Podrías explicar un poco en qué consiste el proceso y la absolución

Humberto Meza: El problema de la prisión de Lula en 2018 es que se dio en el marco de la operación lava-jato, con pruebas sumamente frágiles y una parcialización explícita del exjuez Sergio Moro y funcionarios de la Procuraduría.  Toda la operación de lava-jato enfrenta hoy una crisis profunda, bajo ataque inclusive del bolsonarismo por más que se haya beneficiado de ella en 2018.   No fue solamente la parcialidad de Moro, que inclusive llegó a integrar el Gabinete de Bolsonaro, luego rompe con él y ahora está nuevamente asesorándolo en su campaña, sino además la fragilidad de las pruebas que quedó evidenciada cuando la defensa que nunca había existido ninguna compra de apartamento ni negociaciones pos-gobierno con la Odebrecht. Hasta la Alta Comisionada de DDHH de la ONU constató la parcialidad de la lava-jato contra Lula.

Creo que la gran agilidad de Lula fue haber ayudado a recomponer el campo democrático después que fue absuelto de todas las acusaciones. Si ves su fórmula de campaña, con Geraldo Alckmin y gran parte de sus aliados, él fue mucho más allá del PT. Lula está yendo a las elecciones aliado a sus antiguos opositores de derecha. Hasta el expresidente Fernando Henrique Cardoso le declaró su apoyo. Al final me parece que fue exitoso en constituir un frente contra el bolsonarismo, de manos dadas a agentes del mercado. El propio Lula dijo hace un par de días que si llegara a ganar, ese no será un gobierno del PT, sino de la coalición. Eso para mí fue muy revelador.

El liderazgo de Lula lleva ya más de 30 años, sin duda ha demostrado la capacidad de adaptar el discurso a las nuevas tendencias del progresismo pero ¿Es Lula el único que puede ganarle a Bolsonaro? ¿No existe dentro del PT o coalición de izquierda otro u otra candidata que pueda movilizar de esta forma las masas? ¿Por qué?

Humberto Meza: El PT y la izquierda brasileña en general tiene excelentes cuadros, como el senador electo Guilherme Boulos, el exalcalde de Sao Paulo y actual candidato a gobernador Fernando Haddad, además del legislativo de Rio de Janeiro y muchos cuadros de otros partidos como el PSOL, PSB y PDT. 

Por más que todos sean líderes jóvenes y con mucha energía progresista, el asunto es que el bolsonarismo no debe ni puede ser subestimado. Ninguno de ellos ha desarrollado la habilidad de construir una amplia unidad contra el bolsonarismo en tan poco tiempo. Lula está usando esa habilidad al máximo y aprovechando el prestigio de haber sido el presidente mejor evaluado de la época moderna en Brasil. Yo espero, evidentemente, que él pueda usar todo ese capital personal para ayudar a construir nuevos líderes progresistas en todo ese caudal ya existente, pero claro que eso solo será posible sin el bolsonarismo en el poder.

En Nicaragua se ha retomado el emplazamiento que le hizo Bolsonaro a Lula en el último debate sobre la relación con Daniel Ortega y el FSLN. ¿Por qué crees que Lula no contestó? ¿En que se ha centrado la política exterior de Bolsonaro sobre la situación de Nicaragua? ¿Presentan los candidatos alguna alternativa hacia Nicaragua?

Humberto Meza: Lamentablemente, la angustia y el drama que los nicaragüenses enfrentan dentro de Nicaragua los lleva a entender el mundo de la política internacional bajo la dicotomía de “o apoya o condena”. Yo lo entiendo perfectamente. Pero necesitamos entender que fuera de Nicaragua, las urgencias, los tiempos y los intereses son otros. Nicaragua no es, ni de lejos, el centro del debate electoral en Brasil, basta ver todo lo que dije antes para entender todo lo que está en juego en estas elecciones aquí.

Explicado eso, me parece que Lula no contestó porque sabe que no es el tema central para los electores brasileños y el tema de Nicaragua es usado por Bolsonaro para efectos de provocación, nada más. No podemos aspirar que un presidente con tales credenciales como las de Bolsonaro, que además tiene relaciones cercanas con personajes internacionales como Orban y Putin sea un aliado en nuestro esfuerzo por restaurar la democracia en Nicaragua. Eso es contradictorio. 

La política externa de Bolsonaro ha sido de una dirección, básicamente aliada al trumpismo y sus correlatos, con nulo interés en América Latina y abierta confrontación con la Unión Europea.

En ese contexto, ninguno de los candidatos plantea absolutamente nada sobre Nicaragua como tampoco se ha planteado nada sobre política internacional. Ni siquiera Ucrania o Venezuela han tomado lugar en esos debates. De modo que me parece que debemos de tomar tales episodios con menos entusiasmo y más racionalidad que con la que se tomó

Lula parece ser el favorito en las encuestas pero también pareciera que el Bolsonarismo llegó para quedarse, ¿qué podemos esperar del próximo gobierno de Lula si el Bolsonarismo controla gran parte del Congreso, el Senado y la mayoría de los Estados?

Humberto Meza: Sin duda, el fenómeno bolsonarista parece ser más grande que el hombre que le dio su apellido. Y ese será uno de los más grandes desafíos en un eventual gobierno de Lula, no solamente por el control que ellos ejercen sobre el Legislativo, en ambas cámaras y en gobiernos estaduales, sino además por lo que eso implica en las relaciones sociales.

Las personas capaces de creer en la tierra plana, las antivacunas o el “gayzismo” perdieron toda la vergüenza de decir sus opiniones o por sus acciones racistas, homofóbicas o antidemocráticas en Brasil hoy en día. Y no olvidemos que algunas de ellas están armadas hasta los dientes. Los decretos de Bolsonaro que flexibilizaron  el porte de armas permitieron  la circulación de 4.4 millones de armas en manos de civiles en Brasil y eso puede ser preocupante para cualquier gobierno que se proponga restaurar el tejido social en un país fracturado como este. 

A eso se añade la necesidad de reinstaurar una serie de políticas públicas desmontadas, alineado a la tan alardeada disciplina fiscal que el mercado exige para sus intereses. Como dije antes, este eventual gobierno de Lula no será el mismo de 2002 ni será la cara que el PT construyó en 30 años. Lula construyó una coalición enorme contra el bolsonarismo y eso genera cuentas que se pagan de inmediato.

Es posible que el año que viene encontremos un escenario en que Chile, Colombia, Brasil y México sean gobernados por partidos progresistas. ¿Qué significa esta reconfiguración histórica de la izquierda ante unos EEUU que cada vez pierde más control sobre Latinoamérica?

Humberto Meza: Hay personas que están comparando estos cambios como una reedición de la “marea rosa” de los 2000 en la región. Esa comparación me parece sin cabida, primero porque la izquierda que viene instaurándose desde 2021 es tan distinta entre ella misma. Tenemos desde nuevos líderes juveniles oriundos de luchas estudiantiles, como Boric en Chile, pasando por políticos profesionales y gestores como Petro en Colombia, hasta los tradicionales líderes como AMLO o Lula. Eso revela que, ahora más que nunca, la izquierda perdió su carácter de homogeneidad. No existe una única izquierda, ni menos una izquierda dominante y veremos qué tipo de disensos o transformaciones puedan surgir de todo ese caldo.

Por otro lado, esa explosión de nuevos  progresismos está obligada a lidiar con una expansión de la posverdad y constantes ataques a los derechos sociales en la región. Nunca antes hemos estado tan expuestos a las fake news como ahora, y eso, totalmente amplificado por las redes sociales, puede conducirnos a mediano plazo a nuevos ataques a los sistemas democráticos en América Latina.

¿Tenes algún comentario final?

Humberto Meza: Espero que los más de 150 millones de brasileños que regresan a las urnas este domingo puedan mostrar un verdadero camino para la reconstrucción democrática de este país. Primero, porque Brasil merece recuperar su camino interrumpido al desarrollo, volver a combatir el hambre que ataca a más de 30 millones de personas y retomar la lucha ambiental desde su posición de responsable por la selva amazónica. Desde ese punto de vista, la elección de Brasil es importante para el mundo y más importante aún para los latinos. Y segundo que solo un país democráticamente saludable puede ayudar a otros a combatir los autoritarismos, o al menos ayudarnos a visualizar salidas con menos costos de vidas humanas como las que hemos pagado hasta ahora.