El espíritu de la conformidad
noviembre 23, 2021
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Nuestro tiempo, nuestra resignada paciencia, nuestros ojos absortos ante la desesperanza. Coreamos en una sola voz desde nuestros corazones, el llamado al cese absoluto del egoísmo político. Queremos enrumbarnos de una vez por el camino de las palabras sensatas y la tolerancia, queremos tirar al olvido para el resto de nuestros días las consignas de guerra y fundir en un solo volcán cada bala que pretenda callar las palabras de la crítica constructiva.
El sol nace una y otra vez y también nuestros arrebatos románticos de la utopía al fin alcanzada, pero nos estrellamos contra la roca despiadada al filo de la realidad. Somos la generación esclavizada de las viejas costumbres, de los viejos males sembrados y cosechados, hasta cierto punto cargamos con el peso de la indiferencia, el acomodo que nos presta el nuevo estilo de vida es la mordaza que entierra nuestra subversión. Aquí hoy vive el espíritu de la conformidad, la negación de la realidad para vivir inmersos en la vanidad de la moda.
La crítica hoy existe solo para la superficialidad de la apariencia, pero la crítica calla cuando las violaciones de derechos humanos son perpetradas con total impunidad desde el trono del poder. Hoy cuanto más callamos, cuanto más volteamos la vista, más lejos estamos del sueño de ser República. Los sueños inician cuando empiezan a ser espantados los temores del cambio, cuando una sociedad ordenada y despierta comprende que la base sólida del desarrollo está en la educación despolitizada, en la abolición de los dogmas, en la interpretación razonable de los hechos acontecidos en nuestra historia y la del resto del mundo, pues tenemos el privilegio de tomar el ejemplo y no volver a tropezar con la ceguera intelectual.
La revolución de las mentes dormidas tendría lugar en nuestra nación desde la disposición del periodismo oficialista, para la demostración concreta de los hechos sin antifaz, desde la denuncia pública de los asesinos intelectuales, el engaño vil y la ignorancia del pueblo sin educación. La dignidad no se compra con gallinas y cerdos, con casas desechables. Desde el trono del poder se necesita que el pueblo no tenga necesidad de pensar, pues bajo el yugo y la sombra de la obediencia absoluta, basta para el control de las masas. Pues bien citaba el renacentista italiano Marsilio Ficino: “El pueblo es un animal con muchos pies y sin cabeza”.
Pero bien, ahora tenemos por “escudo y espada” la “oposición” burguesa, esas hienas carroñeras antes mencionadas. Y que bien identificada esta “oposición” con las palabras de Cicerón: “El dinero es deseable no por sí mismo, no por la atracción que ejerce, sino por las ventajas que es capaz de procurar”. Pues cuánto pesan al lomo de la conciencia los favores recibidos, esa pesadilla tormentosa de haber pactado con el mismísimo Lucifer, sin ver más allá de sus ambiciones, sin ver más allá de las macabras consecuencias que les deparó el destino. Hoy en las mazmorras algunos opositores pasan el trago amargo del costo del vino con el que alguna vez brindaron. Hoy pagan desde la oscuridad de una celda y desde la persecución incesante el pacto con lo podrido.
Corregir detalles maquillados de la historia, encontrar la solución del desarme de las fuerzas irregulares, que con la mayor irresponsabilidad y estupidez armaron los “padres de la patria”, las fuerzas irregulares que a día de hoy recorren nuestras calles cargando orgullosos los fusiles de guerra, asaltando con total impunidad y que pronto podrían desencadenar hasta el crimen organizado. Corregir el vicio del ansiado escaño de la diputación, para arraigarse durante largos años en la comodidad del curul ante la burocracia política.
Esta generación que vive en el letargo de la indiferencia, que necesita la explosión de aquella rebeldía, la valentía de dejar todo atrás, de desprenderse de lo material para sumergirse en la peligrosidad de los sueños. Esta generación necesita descubrir cómo han utilizado las canciones, las consignas, las historias de los héroes como el catalizador perfecto de la euforia insensata de las masas, el aprovechamiento de la nostalgia histórica para la conveniencia del poder absoluto. Esta generación no distingue entre la responsabilidad política y el nepotismo. Que tiene por deber salir del comportamiento de rebaño como explicó Nietzsche. Empezar a comprender un proceso de discernimiento crítico, basado en la responsabilidad social y el fortalecimiento innegociable de la democracia. “Este hombre-masa, es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas del pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas autoritarias. Más que un hombre, es solo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori (ídolos de plaza); carece de un “dentro”, de una intimidad suya, inexorable, e inalienable, de un yo que no se puede revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene solo apetitos, cree que tiene solo derechos y no cree que tiene obligaciones”.
La rebelión de las masas, la abolición del prototipo gregario, la mayor de las fatalidades de una sociedad endeble. La abolición de las conciencias de alquiler que rondan los parlamentos, las plazas y los curules. El país donde a nivel gubernamental los descalificativos son el lenguaje por excelencia y la diplomacia nada más una palabra que adorna los puestos. No, el país no se saca adelante con la experiencia de combinaciones de golpes en un cuadrilátero, ni con el maquillaje en el rostro en un certamen de belleza, no se saca adelante con la experiencia del tiro de una pelota desde un montículo, no se saca adelante desde la experiencia de la crónica deportiva de cualquier velada pugilística detrás de una mesa en un canal oficialista.
Este país empobrecido no va a salir adelante con nombramientos por simpatías, ni de tráfico de influencias. Este pobre país tiene que salir adelante desde la base sólida de un plan de trabajo y desde la preparación académica para la búsqueda objetiva de la solución de nuestros males. En nuestros días, en nuestros tiempos, donde algunos enterramos a los viejos maestros que salieron con vida de una dictadura para morir infortunados en otra, que recibimos como bofetada embustera. Hay males que vienen a demostrarnos otros males que muchas veces no queremos ver, esas máscaras derretidas dejando al viento los rostros pútridos de quienes lanzan incansablemente comunicados de condenas que solo quedan en papeles y poco después en el baúl de lo olvidado.
Los rostros viciosos de intereses y favores de los partidos que se hacen llamar de oposición, pero no son más que los lacayos de las bestias glotonas del poder aplastante. Ese mal que hoy ya sabemos muy bien lo arraigado que está en nuestra nefasta política. Promueven con orgullo que la historia no se cambia ni se olvida, pero quedarán en las páginas oscuras de nuestra funesta historia. Esas páginas llevarán el sello de la sangre y en nuestras mentes el recuerdo será tan vivo como el dolor que hoy sentimos. Salgan de la oscuridad masas de la esclavitud, salgan al fin y borremos de nuestra condena a las bestias, las hienas y los rostros pútridos. Salgan de esa cueva que platón mostró y miren con sus propios ojos la abundancia de la belleza democrática que nos espera paciente.