Han pasado cuatro años desde el estallido de Abril, decir esa oración es sencillo, pero detrás de esas palabras hay meses, cientos de días, incontables pérdidas, historias y el anhelo de millones que dentro o fuera de Nicaragua no han dejado de soñar con que las cosas cambien. Cuatro años en los que semana tras semana, la vicepresidenta en su soliloquio de medio día habla sin cansancio de sus enemigos, son tantos que ya no tienen nombre, ni forma, en su mente son más bien una muchedumbre enardecida que pide su cabeza y la de su marido, seguramente así los verá ella en sus pesadillas y al parecer es un sueño recurrente. Son tantos sus enemigos que no hay adjetivos suficientes en el idioma español para nombrarlos a todos, entonces cada tarde repite lo que todos hemos escuchado hasta el hartazgo.
¿Cómo podríamos olvidar Abril si día tras día la pareja presidencial nos lo recuerda? Hace cuatro años quienes están en el poder conocieron el miedo, estaban tan cómodos después de haber amasado años de fortuna, de silencio y de sonrisas complacientes que para ellos fue aterrador caer en cuenta que el país que gobiernan los odia, y aún más horrendo fue presenciar a ese país inundando las calles, quemando sus afiches y sus símbolos. Aún después de cuatro años el miedo los acecha y por eso han decidido vigilar y desconfiar hasta de sus más cercanos. El mundo presenció cuando el enviado de la pareja presidencial ante la OEA desertó de las filas de la dictadura, habló con miedo, pero habló y dijo lo que cientos de trabajadores que continúan dentro del Estado no pueden decir porque deben agachar la cabeza, mirar hacia abajo, hablar bajito y jamás decir lo que piensan.
Olvidar Abril es imposible porque la dictadura nos lo recuerda con una insistencia enferma, horrorizados proclaman que el precio de la traición es grave pero ya no podrían conservar ningún aliado sin dinero o amenazas de por medio. Detrás de la pareja presidencial y sus discursos ya no hay ideologías, con sus métodos y sus discursos la línea que separa a Ortega de los Somoza ya no existe. Las flores que siempre acompañan a la vicepresidenta apestan a funeral, quizás sea el símbolo de su propio velorio donde viejos, solos, y con las caras largas lleguen al fin de sus días con la enorme certeza de que muy pocos llorarán su muerte, pero millones saldrán a las calles a celebrarla.
Lo que inició Abril sigue aún más vivo que nunca, quienes hace cuatro años aún dudaban sobre el futuro ahora pueden tener la certeza de que el futuro no existe mientras ellos continúen en el poder, esa palabra para muchos ya no significa nada. Qué futuro habrá para quienes deben exiliarse huyendo de la persecución política, para quienes deben migrar soñando encontrar un trabajo, para quienes pasan sus días en la cárcel acusados injustamente, para quienes perdieron a sus familiares, para quienes ven truncados sus sueños de ir a la universidad, para quienes trabajan en silencio en alguna institución del Estado. Abril está más vivo que nunca porque Abril es poder soñar con el futuro y en ese futuro ellos ya no están.