El Estado de Guatemala enfrenta juicio por la desaparición de cuatro campesinos en 1989
Maldito País
octubre 11, 2023
Hoy 11 de octubre de 2023 se lleva a cabo la audiencia del caso Pérez Lucas y otros vs. Guatemala ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) que realiza las audiencias del 162 Periodo Ordinario de Sesiones en Bogotá, Colombia. Este es un caso emblemático de desaparición forzada que tuvo lugar en Guatemala en abril de 1989, durante el gobierno civil de Vinicio Cerezo. Durante este gobierno también ocurrió el asesinato de la antropóloga Myrna Mack, en 1990, cuyos responsables, miembros de las fuerzas armadas, fueron condenados en tribunales nacionales y el caso cuenta con sentencia de la Corte Interamericana.
En la audiencia del 11 de octubre se presentarán peritajes, testimonios de familiares y diversa prueba que podrá ser escuchada por la Corte Interamericana para que el caso avance y pueda posteriormente condenarse al Estado de Guatemala como responsable de diversas violaciones a los derechos humanos. Este caso toca un tema toral: el reclutamiento militar forzado que obligaba a personas, sobre todo mayas, a ser parte del Ejército y de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), a trabajar en jornadas inhumanas y los hacía parte de la maquinaria represiva en contra de su voluntad. Luego de que se presenten los hechos en esta audiencia, la Corte tiene seis meses para dictar sentencia.
El 1 y el 7 de abril de 1989, los señores Agapito Pérez Lucas, Nicolás Mateo, Macario Pú Chivalán y Luis Ruiz Luis fueron detenidos por fuerzas del Estado en una finca en el departamento de Suchitepéquez y jamás fueron vistos de nuevo. Los cuatro eran líderes del Consejo de Comunidades Étnicas Rujunel Junam (CERJ) “Todos iguales” en idioma quiché, una entidad fundada por el defensor de derechos humanos y exdiputado Amílcar Méndez, en el departamento de Quiché, que se dedicaba a la educación popular y de derechos humanos y a concientizar a la población con el fin de contar con herramientas para oponerse al reclutamiento forzoso de campesinos por parte del Ejército, una práctica común en Guatemala durante la guerra interna que duró de 1960 a 1996.
El CERJ surgió informalmente en 1983 denunciando internacionalmente las violaciones a los derechos humanos hacia entidades como Amnistía Internacional y luego en 1988 se constituyó legalmente para afianzar un trabajo de educación bajo el liderazgo de Méndez, quien había ejercido el magisterio en varias comunidades. El conocimiento de derechos humanos y la organización popular se constituyó una amenaza para los intereses del Ejército pues creó pensamiento crítico y fueron vistos como amenazas en los planes contrainsurgentes. En esa época, el CERJ documentó más de 800 personas que fueron salvadas del reclutamiento militar forzado. Esta labor tuvo sus consecuencias ya que varias personas del CERJ sufrieron persecución, amenazas y asesinatos y fueron obligados al exilio. Para tratar de promover justicia y hallar a las personas desaparecidas, miembros del CERJ plantearon decenas de acciones legales e incluso se reunieron con dos presidentes, Vinicio Cerezo y Jorge Serrano Elías, pero no obtuvieron respuesta.
Por esto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos consideró en noviembre de 2022 que el Estado guatemalteco no investigó las desapariciones de Agapito Pérez Lucas, Nicolás Mateo, Macario Pú Chivalán y Luis Ruiz Luis de manera diligente ni en un plazo razonable por lo que el caso fue trasladado a la Corte Interamericana para que se pueda valorar la evidencia. La Comisión solicitó que se declare la responsabilidad internacional de Guatemala por la violación de una serie de derechos, incluyendo el derecho a la personalidad jurídica, el derecho a la vida, la integridad personal, la libertad personal, la libertad de asociación en defensa de los derechos humanos, las garantías judiciales y la protección judicial.
El caso de la desaparición de los miembros del CERJ no es un hecho aislado en la historia de Guatemala sino un patrón sistemático parte de una política de Estado. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) estableció que ocurrieron más de 45 mil desapariciones forzadas durante el conflicto armado. Esta práctica dejó a miles de personas sin respuesta sobre el destino de sus seres queridos e implantó una cultura de impunidad y miedo que persiste en la actualidad.
Esta audiencia representa un paso importante hacia la justicia y la rendición de cuentas. Si la Corte Interamericana de Derechos Humanos decide a favor de las víctimas, enviaría un mensaje claro sobre la obligación de los Estados de investigar y sancionar adecuadamente las desapariciones forzadas. Además, destacaría la relevancia de las cortes internacionales en la búsqueda de justicia cuando los sistemas judiciales nacionales se niegan a llevar a cabo investigaciones contra miembros del Estado.
Las implicaciones de este caso trascienden las fronteras de Guatemala. En toda América Latina las desapariciones forzadas fueron una táctica utilizada por los regímenes autoritarios durante el siglo XX. La lucha por la justicia por las desapariciones de los miembros del CERJ es un recordatorio de la importancia de reconocer el pasado y garantizar que las violaciones a los derechos humanos no queden impunes.
El caso Pérez Lucas y otros Vs. Guatemala representa la lucha de las víctimas y sus familias por la verdad, la justicia y la reparación. También, la importancia de la memoria histórica y la responsabilidad de los Estados de construir memoria y evitar las prácticas de negar la historia. Este caso no solo se trata de cuatro personas desaparecidas en 1989, sino de la búsqueda de justicia para todas las víctimas de desapariciones forzadas en todo el país.
Las estructuras que operaron durante los hechos
En el año de 1989 se mantenía vigente la política estatal de “desaparición forzada”, la cual era operativizada por las distintas estructuras que integraron el “Sistema Clandestino e Ilegal de Inteligencia”. Esta política, según los manuales militares, no era ajena a los altos mandos militares, ni al comandante general del Ejército (el presidente) quien después de 30 años no era militar, sin embargo y a pesar de haber sido electo de una manera democrática, el control de la estrategia contra insurgente estuvo en manos de oficiales de la línea dura de la guerra. Todos los militares que ocuparon puestos de mando e integraron el sistema clandestino e ilegal han sido señalados de graves violaciones en contra de población civil, a quienes catalogaron de enemigos internos.
El Estado Mayor Presidencial se mantuvo como una estructura que operativizó y mantuvo su cercanía al presidente, sin embargo, no solo cuidaban al presidente también efectuaron operaciones contrainsurgentes como queda evidenciado en los años de 1989 y 1990, por las graves violaciones a los derechos humanos en contra de estudiantes, académicos, sindicalistas y lideres comunitarios. Esta estructura estuvo al mando del coronel Edgar Augusto Godoy Gaitán, siendo el jefe del Archivo General y Servicios de Apoyo (AGSA), el teniente coronel Juan Valencia Osorio. Ambos militares fueron acusados por el asesinato de la antropóloga Myrna Mack Chang, siendo este último hallado culpable y actualmente se encuentra prófugo desde hace 20 años.
El Estado Mayor de la Defensa Nacional se encontraba bajo el mando del “capo de capos”, el general Manuel Antonio Callejas y Callejas quien fue sentenciado a 58 años de prisión en el 2018 de los delitos de desaparición forzada, violación agravada y delitos de lesa humanidad en el caso Molina Theissen, asimismo se encuentra pendiente de enfrentar juicio por los delitos de genocidio y lesa humanidad en contra de la población Maya Ixil en los años que fungió como “Director de Inteligencia Militar” entre 1978-1982. Callejas y Callejas ha sido señalado de ser el creador del “Sistema Clandestino e Ilegal de Inteligencia”, el cual opera hasta la fecha.
No es de extrañar que sus oficiales encargados de la inteligencia y las operaciones militares estuvieran a cargo de miembros del grupo denominado “La Cofradía”. La dirección de inteligencia militar estuvo bajo el mando del Luis Francisco Ortega Menaldo, quien desde la década de 1970 ocupó puestos dentro de lo que posteriormente sería el sistema clandestino e ilegal de inteligencia, actualmente es un personaje con señalamientos de tener vínculos con el narcotráfico. En cuanto a las operaciones militares estuvieron a cargo del prófugo Edgar Justino Ovalle Maldonado, quien fue señalado por el MP de los delitos de desaparición forzada y delitos de lesa humanidad cuando estuvo de alta en la Zona Militar #21, actualmente CREOMPAZ, y quien fuera mentor del expresidente Jimmy Morales.
Callejas y Callejas fue el jefe directo del Comandante de la Zona Militar #13-16 de Suchitepéquez, al sur del país, quien era el coronel Mario Roberto García Catalán (actualmente prófugo en el caso de la Zona Miliar #21 – CREOMPAZ). Según los manuales, procedimientos y directivas vigentes a la fecha, García Catalán tuvo responsabilidad directa de las desapariciones forzadas de Agapito Pérez Lucas, Nicolás Mateo, Macario Pú Chivalán y Luis Ruiz en abril de 1989 ya que los hechos se encontraban dentro de su jurisdicción territorial.
Asimismo, por medio del canal de mando tuvo que haber informado a sus superiores de las operaciones desplegadas, así como de las capturas efectuadas y por medio del canal de inteligencia tenía obligación de informar en “tiempo real” a la dirección de inteligencia, quien por medio de sus distintos negociados nutría el sistema clandestino e ilegal, dándole continuidad a la política de desaparición forzada que dejó como resultado al menos 45 mil personas detenidas-desaparecidas de las cuales hasta el día de hoy se desconoce su paradero.
Poema de Álvaro Montenegro:
Los desaparecidos (puntos suspensivos)
La historia gotea amargamente
en las conversaciones de sobremesa
de repente quema
y una lágrima se encarama
al volcán de llanto que ya no cuenta
ni las leyendas
se degradaron hasta marchitarse
las sombras pasan desprevenidas
se llevan las palabras que no se dicen
jalan la sabanita
se tapan, cierran los ojos
y duermen reservadas
en el habitual insomnio
de su madre y sus parientes
Álvaro Montenegro
Paulo Estrada
Hijo de Otto y sobrino de Julio ambos detenidos-desaparecidos en 1984, investiga las violaciones de los derechos humanos en tiempos de guerra y actuales, es miembro de varias organizaciones de víctimas en Guatemala, México y Canadá, es fundador y codirector del Observatorio Judicial Verdad y Justicia en Guatemala, que monitorea y reporta sobre los juicios por crímenes de guerra en Guatemala.