Hicieron mal la guerra,
mal el amor,
mal el país que nos forjó malhechos.
“Próceres” José Emilio Pacheco
Se cumplen dos siglos desde la independencia de Centroamérica y en la práctica muy poco ha cambiado. Las élites criollas que establecieron su poderío gracias a la jerarquización social y el sometimiento de quienes no eran considerados dignos de ser sujetos, aún conservan su poder, su dinero y su influencia en la vida de quienes habitamos esta convulsa región. Para sorpresa de nadie, los valores racistas y caudillistas de los padres fundadores, han encontrado muy buena acogida en las siguientes generaciones de políticos que no se han detenido en su labor de profundizar las desigualdades. La colonización nunca se fue, sino que encontró un terreno fértil para que sus propios colonizados fueran los principales replicadores de un sistema que ha hecho del saqueo y el sometimiento su principal arma
Son 200 años en los que las élites pueden trazar casi de memoria su genealogía y su herencia colonial, mientras a nosotros nos han quitado el derecho al pasado y el derecho a recordar quiénes fueron nuestros ancestros. Recuperar nuestra esperanza en el futuro es recobrar también las historias de quienes fuimos y las voces de quienes han sido históricamente silenciados, eso incluye a los indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los pobres y todos los que se han quedado fuera del festín de los poderosos, los mismos que han hecho del Estado su mayor botín. Si la patria es una invención ya es momento de que todas y todos podamos participar de este relato.
Mientras los gobiernos de turno montan sus espectáculos recordando una y otra vez los lugares comunes de la historia nacional, la región se sumerge aún más en el viejo autoritarismo que, aunque se presente –a veces– con nuevos rostros, sigue muy claramente las herencias de los viejos dictadores que desangraron Centroamérica en el siglo XX. Ni antes ni ahora hemos tenido nada que celebrar, lo dicen las personas que en Guatemala han decidido salir a las calles, quienes en El Salvador enfrentan las políticas autoritarias de Bukele, quienes huyen de Honduras porque el país hace mucho dejó de convertirse en un hogar y lo decimos desde Nicaragua, en nombre de quienes enfrentan la muerte, el exilio o la cárcel a manos de Ortega.