Recordar a las que lucharon y luchar para ser recordadas / Editorial
marzo 8, 2022
7 min
La historia del movimiento de mujeres en Nicaragua (o el feminismo) no puede leerse de la misma manera en la que juzgamos las victorias y las luchas de las mujeres europeas. No se trata de clasificar qué sociedad es más valiosa, más avanzada o peor aún “más civilizada”. Desde mucho antes que la palabra feminismo resonara en los medios y en las conversaciones nacionales, las mujeres ya se organizaban para demandar su lugar como sujetas de la vida política con derecho a la educación, el divorcio, el voto y la propiedad. Esas son las demandas que conocemos porque fueron las demandas hechas frente al Estado, pero en paralelo y durante siglos esas mismas mujeres históricamente relegadas habían establecido una red de sustento de la vida cotidiana bajo la que se cimentó nuestro frágil orden social. Nombrar el trabajo de cuidado -desdibujado bajo la idea del amor- evidenció públicamente el papel social y político que las mujeres siempre han tenido, un lugar que han ganado por derecho propio.
Las mujeres organizadas en Nicaragua han respondido a un contexto adverso donde la violencia, el caudillismo y el patriarcado procuran cerrar todas las puertas para que ellas no funcionen más que como elementos decorativos del Estado, del hogar y de la sociedad; pero aún con todo en contra, las mujeres organizadas han sido el sector más crítico y visionario de la política nacional. Porque no podemos olvidar ni dejar de lado el papel político de quienes proponen cambios profundos en la sociedad y el Estado nicaragüense, cambios muchos más revolucionarios que quienes se precian de serlo y que en la realidad actúan como desde el pensamiento más retrógrado, misógino y conservador. Pese a tantos años de acoso y adversidad, las demandas de este movimiento continúan siendo las mismas, pero no solo eso, en medio de las discusiones de una sociedad distinta, sus demandas son ahora más vigentes y urgentes que nunca.
En medio de un panorama donde todo parece ser retrocesos y derrotas, no podemos olvidar el legado de las mujeres que lucharon y siguen luchando, después de todo esa es la génesis del 8 de marzo: el reconocimiento de las sujetas políticas y de su papel en la sociedad. Si todavía hoy persiste el espíritu de la rebeldía se debe a las que soñaron que las cosas podían ser diferentes, pero no solamente lo soñaron, sino que participaron activamente en la construcción de una utopía que aspiró a mejorar las condiciones materiales de las mujeres, y que pretende transformar los espíritus y las mentes de una sociedad que hoy sigue de pie. Finalmente, luchamos porque esperamos ganar, luchamos porque en el fondo siempre reina la esperanza en medio del pesimismo, porque a pesar del asedio y la violencia luchar siempre valdrá la pena para que en un futuro otras y otros defiendan lo conquistado y construyan la utopía desde la esperanza.