El regreso de Trump: Guatemala en la encrucijada
Maldito País
enero 22, 2025
Con el regreso de Trump, se disuelve del todo la línea aparente que separa el poder político del económico. Se consolida, en definitiva, el proyecto político corporativo de los multimillonarios, que encontraron su caballo de troya en el fundamentalismo conservador, el sectarismo de MAGA y en una noción inhumana y excluyente de libertad. ¿Qué implica esto para Guatemala?
Las repercusiones para Guatemala y Centroamérica son diversas, pero, en general, poco alentadoras. Crecen los autoritarismos de la mano de las brechas de desigualdad y toman fuerza las regresiones democráticas y de derechos. Parte de la región sucumbe a dictaduras que tienen a la orden del día la migración, la persecución política y el exilio. Quienes detentan poder oficial y fáctico en la región han dedicado los últimos meses a asegurar el acceso –y, por tanto, el apoyo– del círculo de Trump para impulsar sus agendas.
Así vemos a empleados de la cúpula del Ministerio Público de Guatemala (los pocos que aún tienen visa), pasearse por los pasillos de Washington tratando de tomarse fotos con quienes se dejen para abonar a la costosa campaña de percepción que ha emprendido la Fiscal General para alimentar el miedo en su batalla contra el gobierno de Bernardo Arévalo.
En contraste con el embajador de Guatemala en Washington, quien representó al gobierno de Arévalo en la toma de posesión como invitado oficial, vemos en un gélido Washington a operadores y voceros de la oligarquía chapina, militantes de la ultraderecha, pastores de la prosperidad, diputados vinculados al narcotráfico y supuestos periodistas que le sacan la tarea al pacto de corruptos. Todos ellos compartiendo fotos y videos de sus invitaciones (en su mayoría compradas por miles de dólares) a los eventos alrededor de la toma de posesión de Trump. Celebran un cambio de aires desde el norte que, según ellos, soplarán completamente a su favor.
Sin embargo, las cosas en Guatemala no son las mismas que en el 2017 cuando Trump asumió su primer mandato. Tampoco lo son en Estados Unidos. Nos enfrentamos a un presidente que llega con poco en contra y abundante popularidad y respaldo. Sus grandes enemigos de antaño ahora donan millones a sus actos de inauguración a los que acuden como invitados especiales. Su equipo de trabajo lleva años con él, le conoce bien y está listo para tomar el control de la maquinaria, la cual incluye ahora también el poder judicial. Su energía no es la de un outsider, más bien es la de un CEO caprichoso y todopoderoso que pondrá las cosas en “orden” y a su antojo, incluso con aires expansionistas. Trump no inicia su mandato contra las cuerdas como la vez anterior, lo hace como un héroe de billonarios, celebrado y aplaudido por millones dentro y fuera de Estados Unidos. Esto coloca a Guatemala y Centroamérica en una posición distinta, menos interesante.
En Guatemala ya no está la CICIG. El Ejecutivo ya no busca negociar con EEUU a cualquier costo para proteger su agenda de saqueo e impunidad. Las estructuras de corrupción guatemaltecas ya no tienen el control absoluto del aparato estatal para ofrendar a Trump. Por su parte, Bernardo Arévalo se ha inclinado por una política exterior afín a los intereses norteamericanos (Ucrania, Israel, Taiwán, Venezuela, entre otros) y eso le puede generar réditos importantes para las batallas que enfrentará en el país, como la designación de la próxima Fiscal General y la nueva Corte de Constitucionalidad. Sin embargo, para Trump –como lo ha sido para otros presidentes estadounidenses– Guatemala y Centroamérica no son prioridad y representan, principalmente, un problema de seguridad.
Desde la toma de posesión de Trump, EEUU considera la migración una invasión y una emergencia nacional. No se trata de atender las causas que provocan dicha migración, sino de asfixiarla dentro y fuera del territorio norteamericano. Está por verse cuál será el alcance e impacto real de esa asfixia en Guatemala y Centroamérica. Nuestra dependencia a Estados Unidos nos mantiene en una posición vulnerable, donde las diásporas en el norte y los compatriotas migrantes retornados son quienes padecerán las consecuencias mayores. Es un frente abierto que ya preocupaba y ocupaba al gobierno de Arévalo y que, con Trump, se acelera y agrava.
Para los grupos que se frotan las manos en Guatemala con la presidencia de Trump, no todo irá viento en popa en sus esfuerzos por acabar con el gobierno de Arévalo y las posibilidades de cambio en el país. Sin embargo, Trump sí fortalece el discurso de ultraderecha que les envalentona para continuar con su intento de debilitar el gobierno y exterminar a Semilla y cualquier otro proyecto que represente un riesgo a sus intereses espurios.
Guatemala está ante el recrudecimiento del individualismo y el “sálvese quien pueda”, es decir, sálvese quien pueda pagar, no cuestione ni trabaje por un cambio real en el país. Ante esto, no solo Arévalo y Semilla tienen un abrumador desafío en los próximos años, también lo tenemos quienes no cedemos ante quienes Fito Páez llama “mercaderes de la distopía y la falsa libertad”. En esta encrucijada debemos luchar contra las manos que nos asfixian dentro y fuera de Guatemala y aprovechar cada instante para construir condiciones colectivas para la verdadera libertad.