Un “Nuevo Orden” en Construcción: La reconfiguración del poder global

Maldito País

marzo 13, 2025

Con un EE.UU. menos regulador y una creciente influencia de estas corporaciones, el equilibrio del poder global no solo dependerá de los Estados, sino también de los tecnócratas digitales que controlen la infraestructura tecnológica del futuro.

El sistema internacional está en plena transformación. Con la victoria de Donald Trump en EE.UU., el modelo unipolar ha dado paso a un entorno multipolar donde China y Rusia desafían el liderazgo estadounidense.

Las recientes decisiones de la Casa Blanca —la retirada del apoyo a Ucrania, el respaldo incondicional a Israel y un enfoque transaccional en la cooperación internacional—han generado disrupciones tanto en la política como en los mercados globales. Al mismo tiempo, la creciente influencia de tecnócratas digitales como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Sam Altman, plantean interrogantes sobre quién controla realmente la agenda internacional.

¿Estamos presenciando un realineamiento estructural del poder global, o simplemente el caos antes de una nueva era de estabilidad?

Estados Unidos: ¿Retiro estratégico o reconfiguración del liderazgo?

Desde la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. ha sido el pilar del orden liberal basado en el libre comercio y la democracia. Sin embargo, la administración Trump ha optado por un repliegue estratégico que privilegia los intereses inmediatos de Washington sobre la estabilidad global.

El replanteamiento del compromiso con Ucrania ha cambiado el curso del conflicto, lo que Occidente utilizó inicialmente como un frente para contener a Rusia, ha terminado beneficiando a Moscú en varios frentes.

La suspensión del apoyo militar ha dejado a Kiev en una posición frágil, forzando a Ucrania a negociar con Moscú en condiciones desventajosas y permitiendo que Moscú avance en sus objetivos estratégicos, profundizando sus relaciones con Irán y Corea del Norte. 

Esto ha generado tensiones dentro de la OTAN, donde los aliados europeos como Alemania y Francia ahora enfrentan el dilema de reforzar su estrategia de defensa de manera autónoma o depender de un EE.UU. menos comprometido con la seguridad del continente.

El giro en la política hacia Medio Oriente ha sido igual de radical. El respaldo irrestricto a Israel y la idea de convertir Gaza en un polo turístico han sido percibidos como una provocación en el mundo árabe. Países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han reconsiderado su acercamiento con Tel Aviv, mientras que Irán ha intensificado su retórica antiestadounidense, elevando el riesgo de una escalada regional.

El cambio en la cooperación internacional ha sido otro pilar de la nueva estrategia de EE.UU. Trump ha optado por acuerdos bilaterales, dejando de lado estructuras multilaterales que tradicionalmente han servido como herramientas de influencia estadounidense en el mundo. Este giro ha permitido que China y Rusia llenen el vacío en regiones clave como América Latina y África.

Uno de los elementos más disruptivos de esta nueva estrategia es la política comercial proteccionista de EE.UU. Trump ha reintroducido aranceles masivos sobre importaciones chinas y europeas, justificándolos como una medida para proteger la industria estadounidense. Sin embargo, estos aranceles han provocado un aumento en los costos de insumos clave, afectando a la cadena de suministro global y generando una inflación sostenida en varios sectores. China ha respondido fortaleciendo su comercio con América Latina y África, consolidando el yuan como alternativa al dólar. A nivel global, la reconfiguración de las cadenas de valor sugiere que el comercio internacional está entrando en una etapa de mayor regionalización, con bloques económicos cada vez más definidos.

China: expansión estratégica en la sombra

Mientras EE.UU. y Europa se concentran en conflictos abiertos, China ha adoptado una estrategia más pragmática para consolidar su poder global, reforzando su presencia en América Latina y África mediante inversiones estratégicas. Pekín ha evitado involucrarse directamente en Ucrania o Medio Oriente, prefiriendo actuar como un mediador que mantiene abiertas sus opciones estratégicas.

De igual manera, a medida que la guerra tecnológica entre China y EE.UU. se intensifica, Pekín ha acelerado sus esfuerzos en inteligencia artificial, con empresas como Baidu, Alibaba y Tencent liderando la investigación en modelos de lenguaje avanzados y aplicaciones de IA, en tecnologías avanzadas de semiconductores, ha reforzado su capacidad de fabricación de chips. Huawei. Además, el gobierno ha inyectado grandes sumas en empresas como SMIC (Semiconductor Manufacturing International Corporation) para desarrollar chips avanzados sin depender de tecnología extranjera. De igual manera ha utilizado su infraestructura y financiamiento a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta para expandir su influencia en telecomunicaciones, ayudando a países en desarrollo a adoptar tecnología china en lugar de soluciones occidentales, consolidando su autonomía tecnológica.

Aunque China enfrenta desafíos como el estancamiento de su economía y las crecientes tensiones con EE.UU. en Taiwán, su estrategia de consolidación sigue avanzando. En Centroamérica, ha fortalecido su influencia a través de inversiones en infraestructura, financia proyectos como la modernización del Puerto de La Unión en El Salvador, el desarrollo del Canal Seco en Honduras y la participación en la ampliación del Canal de Panamá, donde empresas chinas han asegurado contratos clave. Costa Rica, el único país de la región con un Tratado de Libre Comercio con China desde 2011 y su acercamiento diplomático ha llevado al restablecimiento de relaciones con Nicaragua en 2021, permitiendo el acceso a financiamiento chino para proyectos estratégicos. Aunque Guatemala mantiene su reconocimiento a Taiwán, el comercio con China sigue creciendo.

Los tecnócratas digitales: un nuevo actor geopolítico

Uno de los cambios en la política global ha sido la emergencia de las grandes corporaciones tecnológicas como actores con poder equiparable al de los Estados. Donde vemos cómo el control de la infraestructura digital ha dado a empresas como Google, Amazon y OpenAI un rol clave en la seguridad y estabilidad de los países. La manipulación de la información a través de algoritmos y plataformas sociales ahora está en manos de empresarios privados, y si no se regula de ninguna manera por Estados ni instituciones gubernamentales, podría generar consecuencias irreversibles en el sistema democratico. 

El desarrollo de inteligencia artificial está generando una nueva forma de competencia geopolítica, donde las empresas tecnológicas pueden determinar qué gobiernos acceden a innovaciones estratégicas y cuáles quedan rezagados. Con un EE.UU. menos regulador y una creciente influencia de estas corporaciones, el equilibrio del poder global no solo dependerá de los Estados, sino también de los tecnócratas digitales que controlen la infraestructura tecnológica del futuro.

Podemos afirmar que estamos frente a un nuevo Orden Mundial en plena transformación. Acelerado por el regreso de Trump, que ha retirado a EE. UU de compromisos estratégicos clave, permitiendo que Rusia gane terreno en Ucrania y que China expanda su influencia en regiones emergentes, un  Medio Oriente reordenando sus alianzas tras el respaldo incondicional de Washington a Israel y los tecnócratas digitales emergiendo como un nuevo poder global, desafiando el control de los Estados sobre la gobernanza internacional, todo esto sumado a la incertidumbre económica mundial, por la política comercial proteccionista de EE.UU. 

El mundo ya no está en un proceso de ajuste temporal, sino en una reconfiguración estructural del orden global. La pregunta no es quién ganará esta nueva era de competencia global, sino cómo los países, empresas y ciudadanos se adaptarán a un entorno donde las reglas económicas y políticas están cambiando en tiempo real.