Se cumplen dos años desde que fundamos Maldito País, un segmento donde publicamos artículos de opinión, ensayos, reseñas, entrevistas y fotografías que aportan al pensamiento crítico. En nuestras páginas invitamos a maldecir la larga historia de opresión que nos acompaña desde hace tantos siglos, porque para nosotros nombrar la violencia, el autoritarismo, la desigualdad y la pobreza es importante para imaginar que las cosas pueden y deben ser de otra manera.
Nacimos en Nicaragua y tomamos este nombre en homenaje a José Román, un periodista literario que en 1933 se fue a las profundidades de Las Segovias, para conocer la realidad sobre la intervención norteamericana de principios del siglo XX. Ahí descubrió que God Damned Country era la frase que los marines utilizaban para referirse a aquel país, “lleno de serpientes y bandidos”, donde habían sido enviados. José Román entrevistó a Sandino, quien le dio la razón a los marines y dijo que en efecto, este era un país maldito; azotado por guerras, violencia y catástrofes naturales.
En dos años de Maldito País nos dimos cuenta que este concepto va más allá de las fronteras de Nicaragua, porque hoy nuestra región centroamericana está interconectada como nunca antes: compartimos el sufrimiento y las historias de resistencia. También somos herederos de un sistema hecho a la medida de las élites para el saqueo de nuestras riquezas. Estos aires autoritarios que contaminan el ambiente no tienen nada de nuevo, son los mismos de hace 500 años cuando vinieron los primeros ladrones a despojarnos de todo. Son lugares comunes de la historia centroamericana que reaparecen bajo nuevas fachadas cada tanto.
En Nicaragua Daniel Ortega aplica una doctrina de muerte, cárcel o exilio para sus opositores, en El Salvador Nayib Bukele mantiene el estado de excepción y cada vez avanza más para concentrar todo el poder. En Guatemala Alejandro Giammattei encarcela a periodistas que investigan la corrupción y mantiene al país bajo la influencia de las mismas élites conservadoras que impulsaron un genocidio, en Honduras y Costa Rica ya empezamos a ver los mismos síntomas en contra de la libertad de prensa, mientras que en Panamá docentes y trabajadores marchan contra un ajuste económico hambreador. En donde sea que pongamos la lupa vamos a encontrar una razón para decir: Maldito País.
Por eso invitamos a todas las personas que estén investigando, trabajando o escribiendo sobre la región centroamericana a que se sumen en este esfuerzo colectivo para maldecir el sistema de opresión que nos asfixia, pero también para nombrar otras posibilidades. Somos testigos, sobrevivientes y protagonistas de nuestra historia, es hora de contarla para que nadie más pueda apropiarse de nuestro relato.