El extractivismo como causa de violencia en los territorios indígenas de Centroamérica

Maldito País

agosto 10, 2023

Las violencias asociadas a los extractivismos mineros pueden ser vistas y analizadas en distintos niveles, son una serie de acciones que suceden paralelamente entre sí y que buscan activamente la imposición de un modelo económico, pero más que eso la imposición de una forma de ver y relacionarse con el mundo. En Centro América la realidad es que esta imposición tiene sus raíces en las relaciones coloniales y la violencia estructural, que tanto en el pasado como en el presente afectan de una forma desproporcionada a los pueblos indígenas, quienes representan el 39% de la víctimas de asesinatos de personas defensoras de la tierra  en la última década. La región centroamericana es una de las más violentas: Honduras (#5) , Guatemala (#6) y Nicaragua (#9)  han estado entre los lugares más peligrosos para ser defensores de la tierra (Global Witness, 2022).   

Los asesinatos de las y los defensores son solo una de las formas de violencia que se viven en los territorios, esta violencia tiene muchas caras y formas de operar, pero queda claro que si se hace un análisis de diferentes casos en la región y en el mundo los patrones se repiten.  Una de las formas de violencia tiene que ver con el poco acceso a la información que las comunidades tienen, en donde las entidades rectoras en materia extractiva no son transparentes y no involucran a las autoridades locales, ya sea municipalidades o comunitarias, cuando toman las decisiones para otorgar licencias, concesiones o contratos. 

Tampoco contemplan todas las otras realidades que habitan en estos territorios, las identidades y culturas, las relaciones humanas con las realidades del agua, de las plantas  que están conectadas con los espacios locales en donde se impone un proyecto.  Por lo que al calcular los impactos, los instrumentos se quedan cortos y no son realizados de manera  independiente, sino por consultoras contratadas por las empresas. Muchas veces se fragmentan los impactos, lo que no permite analizarlos de manera acumulativa, ni espacial ni temporalmente, y muchas veces son presentados con información insuficiente. Por lo que su aprobación pone en riesgo la salud de las comunidades, minimizando y subvalorando  los impactos negativos, también distorsionando los beneficios versus los costos socioambientales. 

El impedimento a la consulta y consentimiento de los pueblos ha sido un patrón, a pesar de que los estados centroamericanos han ratificado el convenio 169 de la OIT, a excepción de Panamá y El Salvador. Los proyectos mineros han sido aprobados por las entidades rectoras sin tomar en cuenta estos derechos, que al menos en el caso de Guatemala son derechos de rango constitucional.  En Guatemala se han llegado a realizar consultas vulnerando la participación de las poblaciones afectadas y se les ha reprimido con violencia la demanda para participar y tener una voz en procesos de consulta,  que en teoría están hechos para proteger esos derechos. 

La criminalización es una herramienta de violencia que se usa para silenciar, fragmentar e intimidar  a las comunidades y pueblos en defensa de sus territorios. Incluye acciones penales, detenciones arbitrarias, altas fianzas y el constante aplazamiento de audiencias. En nuestras realidades la justicia no existe y se hace uso represivo de la misma, en donde los estados alientan y toleran la criminalización.

La violencia se traduce en injusticias climáticas, sociales y políticas, injusticias que tienen un carácter espacial, es decir territorial. Actualmente estamos viviendo el inicio de un nuevo ciclo de violencia extractiva, que está siendo legitimada por traer un discurso de solución al cambio climático.  Este ciclo extractivo está siendo empujado por la nueva demanda de minerales de transición, una transición que lejos de transitar hacia un modelo energético que busque encontrar un nuevo equilibrio entre la humanidad y la naturaleza, busca extraer y despojar los bienes naturales de territorios que históricamente han sido resguardados por pueblos indígenas,que constituyen la base material y simbólica para las culturas de los mismos.  

Un estudio que analizó la cercanía y/o traslape de  territorios indígenas de más de 5,000 proyectos mineros que buscan minerales de transición  descubrió que el 54% están dentro de territorios de pueblos indígenas (Owen, J. R., et al., 2023).  La Agencia Internacional de Energía (IEA) enlistó 29 minerales de transición, de estos actualmente en la región centroamericana se explota níquel, zinc, plata, cobre, plomo,  y molibdeno. Dentro del análisis de los más de 5,000 proyectos mineros, 40 están ubicados en Centroamérica, de los cuales 25 traslapan con territorios indígenas.  Estos solo son proyectos activos, este estudio no toma en cuenta los proyectos que están en trámite, que reflejan los intereses de extracción a futuro. Desde el Observatorio de Industrias Extractivas (OIE) hemos analizado cómo esta demanda por minerales para transición se está transformando en presión sobre los territorios indígenas, más de 180 licencias de exploración y explotación de  níquel han sido ingresadas al Ministerio de Energía y Minas en los últimos años, que abarcan alrededor de 500,000 hectáreas. Este pasado mes de junio en Nicaragua se autorizaron más de 15,000 hectáreas para la explotación de oro y plata, afectando territorio indígena Miskitu y Mayanga, uno de los espacios concesionados es el Cerro Miramar el cual es la principal fuente de agua potable de la comunidad indígena Sasha.  En Panamá la explotación de cobre afecta a la comarca de Ngöbe Buglé, en donde más 59,000 hectáreas fueron concesionadas a pesar de que la Corte Suprema de Justicia haya declarado el contrato como inconstitucional, la empresa tiene  200 incumplimientos ambientales y además fue otorgada en un área protegida de gran importancia para el corredor biológico mesoamericano. 

Estos solo son algunos ejemplos que ilustran, cómo el extractivismo afecta de manera desproporcionada a los territorios indígenas, que si lo vemos con ojos de justicia climática y social, la extracción de estos metales solo está generando más injusticias y degradando sistemáticamente la vida colectiva. Porque a pesar de que es imperante dejar los combustibles fósiles, el reemplazarlos con tecnologías que requieren la extracción a gran velocidad y gran volumen de recursos  solo generará la destrucción de espacios naturales y sociales que no han contribuido al cambio climático. La transición se está construyendo en base a presiones territoriales, las soluciones están basadas en el aumento del extractivismo y lo que está detrás de la explotación es deforestación y pérdida de fuentes de agua. Este nuevo ciclo de extracción como alternativa energética está dejando de lado lo verdaderamente importante de proteger, el agua,  el bien común más crítico para todas y todos, humanos  y no humanos. 

El entrelazamiento de violencias asociadas a los extractivismos mineros en Centroamérica refleja una trama compleja de opresión económica, cultural y ambiental. Estas violencias no sólo buscan imponer un modelo económico, sino también una cosmovisión que despoja a las comunidades indígenas de su territorio, identidad y sustento. La historia colonial y la persistente violencia estructural han exacerbado el sufrimiento de los pueblos indígenas..

En este contexto, la nueva ola de extracción de minerales de transición, en apariencia destinada a abordar el cambio climático, revela una paradoja perturbadora. La búsqueda de alternativas energéticas parece perpetuar patrones de opresión al ser utilizada como pretexto para la explotación acelerada de recursos en territorios indígenas. Esta transición, basada en la aceleración extractiva, está erosionando ecosistemas, agotando fuentes de agua y socavando la base misma de la vida colectiva.

Los ejemplos de proyectos mineros que se superponen con territorios indígenas en la región subrayan la urgente necesidad de abordar la injusticia climática y social en un marco de respeto a los derechos de las comunidades y la protección de los ecosistemas cruciales. La extracción masiva de minerales, incluso para fines aparentemente nobles, no debe ser la base de una transición sostenible. Es hora de repensar el enfoque en la energía y buscar soluciones que honren y preserven los valores culturales, los recursos naturales y el agua, que son fundamentales para el bienestar de todas las formas de vida en la Tierra. De lo contrario, corremos el riesgo de perpetuar un ciclo de violencia y degradación en lugar de avanzar hacia un futuro equitativo y armonioso para todos.

Referencias

IEA. (2021). The Role of Critical Minerals in Clean Energy Transitions – World Energy Outlook Special Report. International Energy Agency: Paris, France.

Owen, J. R., Kemp, D., Lechner, A. M., Harris, J., Zhang, R., & Lèbre, É. (2023). Energy transition minerals and their intersection with land-connected peoples. Nature Sustainability, 6(2), 203-211