La nueva constitución de Nicaragua y la muerte de los ideales de Sandino 

Maldito País

enero 13, 2025

En términos simbólicos a Sandino lo han matado muchas veces, en su momento la familia Somoza, después el proyecto neoliberal de inicios de siglo y sus ideólogos, ahora lo hace, irónicamente, el partido que lleva su nombre. 

Desde hace tiempo se ha dicho que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se ha alejado de los ideales de quien fuera su mayor inspiración: el general Augusto C. Sandino, un hombre que con su pequeño ejército se enfrentó a la ocupación de los marines norteamericanos durante los años 20. Si bien llevamos años escuchando esa afirmación, ahora podemos asegurar sin temor a equivocarnos que jamás el FSLN y Sandino estuvieron tan lejos uno del otro, tanto, que más bien parecen antagónicos.

Lo que ahora conocemos como Frente Sandinista dejó de ser una una colectividad o un partido para convertirse en una organización criminal comandada por dos rufianes que serían capaces de vender a su familia si alguno dejara de serles útil en su esquema empresarial, esta aseveración no es metafórica porque, en efecto, esto sucedió cuando Rosario Murillo entregó a su hija en 1998 como ofrenda para acceder al poder. 

La enorme reforma constitucional que fue aprobada en noviembre del año 2024 es la estocada final que da la pareja presidencial a la figura que dicen representar. En la modificación de más de 100 artículos han asegurado la permanencia de un régimen totalitario que tiene como objetivo suprimir derechos, empobrecer a quienes ya viven en pobreza y entregar el país a las potencias extranjeras que estén dispuestas a comprarlo. Casi 90 años después del ascenso del primer Somoza al poder, nuestra historia no deja de sonar como un eterno refrito donde parece haber un exceso de villanos.

Aquella canción de Luis Enrique Mejía que inmortalizó a Sandino y que ha hecho más por difundir su proyecto que muchos libros de historia dice “quería tanto a su pueblo / no quería ser presidente”. Ahora nos enfrentamos a una constitución que establece una presidencia compartida por un matrimonio, la extensión del periodo presidencial a 6 años, la eliminación de elementos vinculados a la participación ciudadana y la autonomía municipal. La centralización del poder en dos personas y el fin de los derechos civiles no podría alejarse más del sueño de Sandino que, alimentado por los ideales de la revolución mexicana fomentó la creación organizaciones de obreros y campesinos para que mejoraran sus condiciones de vida, hoy esas ideas nunca se habían escuchado tan lejanas en un país donde las organizaciones independientes son perseguidas, los trabajadores del Estado amenazados y los sindicatos usados como simples elementos decorativos. 

Sin duda, la afrenta más importante al legado de Sandino tiene que ver con la reforma del artículo  175 que divide al país en departamentos, regiones autónomas, municipios y “zonas especiales de desarrollo”, esta última unidad administrativa fue agregada con el propósito de ceder partes del territorio a una jurisdicción extranjera como sucedió en Honduras con las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), esto quiere decir que el país está buscando comprador y que el anuncio de venta tiene rango constitucional. Hasta la fecha la potencia que podría parecer interesada en este negocio son las empresas chinas que se han encargado de repartirse buena parte de las concesiones mineras en el país en un tiempo récord. 

Una noche de febrero de 1934 Sandino fue fusilado por la Guardia Nacional bajo la orden de Somoza. Al día siguiente, la cooperativa que había formado en Wiwilí fue tomada y sus líderes fueron encarcelados o asesinados. Casi un siglo después la figura de Sandino forma parte de la nueva constitución y su bandera rojinegra ascendió al estatus de símbolo nacional en un desesperado intento por hacerse poseedores de un legado que ya no profesan y que incluso va en contra de su propio proyecto dinástico. En términos simbólicos a Sandino lo han matado muchas veces, en su momento la familia Somoza, después el proyecto neoliberal de inicios de siglo y sus ideólogos, ahora lo hace, irónicamente, el partido que lleva su nombre.