Las primeras políticas de Trump y su impacto en Honduras

Maldito País

enero 23, 2025

Hasta el momento, desde que Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, la única comunicación respecto al tema de la presidenta Xiomara Castro ha sido una felicitación y un llamado al diálogo. Sin embargo, muchas cosas están en juego entre ambos países.

Donald Trump regresó a la presidencia de Estados Unidos y con él, una nueva etapa para las relaciones del país del norte con la región centroamericana. Desde su campaña electoral, se sabía que las cosas cambiarían, principalmente por sus promesas de un nuevo enfoque para la política migratoria, marcado por la búsqueda incansable de la erradicación de la migración ilegal y que ahora, como presidente, está haciendo cumplir. 

Lástimosamente, sus discursos durante la campaña y el periodo entre su victoria electoral y la juramentación pasaron de promesas a políticas de Estado en el primer día de su mandato. En su discurso inaugural, posterior a su juramentación en el Capitolio el 20 de enero, Trump anunció que decretaría una “emergencia nacional en la frontera Sur (Estados Unidos – México)”, que iniciaría la deportación de “millones y millones de aliens criminales (refiriéndose a los migrantes indocumentados de países latinoamericanos)” y que designaría a los carteles de la droga como “organizaciones terroristas extranjeras”. 

Horas después, en su maratónica firma de órdenes ejecutivas e invocando poderes presidenciales especiales, cumplió con declarar la emergencia nacional en la frontera, que le permite hacer uso de fondos para la construcción del muro y de potencialmente contar con las fuerzas militares para patrullar y detener a migrantes que intentan pasar de manera ilegal. En esa misma lógica, también firmó una orden que prohíbe el asilo a las personas que lleguen a través de la misma frontera. Además, pese a no cumplir con su promesa de manera inmediata, ya envió una recomendación para recategorizar a los carteles de droga como organizaciones terroristas. 

Pero, aunque estas decisiones impactarán la dinámica de toda la región, este escrito se centrará en las posibles implicaciones que tendrán estas nuevas políticas para Honduras, en las reacciones del gobierno de la presidenta Xiomara Castro al regreso al poder de Trump y en los riesgos que corre la diáspora hondureña con este nuevo gobierno estadounidense. 

Un país migrante

De acuerdo al registro del portal digital “Cita Consular Honduras”, un sitio web dedicado a apoyar a la diáspora hondureña en Estados Unidos con sus trámites legales, para el 2020 se registraban más de 980 mil hondureños residiendo en el país norteamericano, de los cuáles cerca del 60% lo hace de manera ilegal. 

Honduras es también uno de los países más afectados por las deportaciones. Según datos del Instituto Nacional de Migración de Honduras, en el año 2023, fueron deportados 53,561 migrantes hondureños y en el 2024, un total de 37,419. En ambas ocasiones se registraron niños y adolescentes no acompañados. 

Pero, pese al alto número de retornados, la migración hacia Estados Unidos no cesa. El pasado 7 de enero, decenas de hondureños se reunieron en la Gran Central Metropolitana de San Pedro Sula, para dar inicio a la primera caravana migratoria de 2025. Cabe destacar que este fenómeno migratorio fue minimizado por la institucionalidad, pues el vicecanciller de Honduras, Antonio García, comentó que el hecho de que más de 100 hondureños salgan juntos hacia el país del norte no debería ser considerado una caravana.

Una reacción apresurada

Hasta el momento, desde que Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, la única comunicación respecto al tema de la presidenta Xiomara Castro ha sido una felicitación y un llamado al diálogo. Sin embargo, esta es una postura bastante diferente de la que la mandataria asumió en su mensaje el 1 de enero. En su primera comunicación a la ciudadanía hondureña del año, Castro aseveró que “si Trump realiza una deportación masiva de hondureños, la base militar de EEUU en Honduras no tendría razón de existir”. 

Si bien, la postura de la presidenta tiene un sentido nacionalista y soberano, especialmente por la historia de la base militar, es dudoso creer que proteger a la diáspora que vive ilegalmente en Estados Unidos sea el único motivo. 

Para contexto, la base Base Aérea estadounidense Soto Cano, también conocida como base Palmerola, se encuentra en Honduras desde 1982 y laboran 500 militares estadounidenses y 500 civiles hondureños y estadounidenses, según la Fuerza de Tarea Conjunta-Bravo, la unidad militar estadounidense que opera en la base. Pero durante sus primeros díez años, fue un centro logístico del país del norte para poder enfrentar los movimientos revolucionarios antiimperialistas en Centroamérica, especialmente el de Nicaragua. Pero, desde la década del noventa hasta la actualidad, es utilizada por militares para operaciones contra el crimen organizado transnacional, incluido el narcotráfico, además de brindar asistencia humanitaria y apoyo en desastres naturales. 

Lo que nos lleva a concluir que, sumado con otras acciones como la denuncia del Tratado de Extradición, el gobierno está proyectando una imagen de que Honduras puede ser un refugio para narcotraficantes. Por eso, además de la declaración de emergencia en la Frontera Sur, preocupa la nueva categorización que Trump planea realizar de los carteles de la droga ya que, si Honduras está proyectando esta idea al mundo, aunque no es comprobado, es probable que las relaciones entre ambos países sufran tensiones. 

En ese sentido, se vuelve urgente que el gobierno de Castro logré una buena relación con el gobierno de Trump, lo que podría iniciar con extender el Tratado de Extradición entre ambos países. Además, será importante que las y los funcionarios del gobierno de Honduras mantengan una postura abierta al diálogo, con énfasis en proteger a las y los hondureños en Estados Unidos pero que también se logre trabajar en frenar las causas de la migración. 

Todavía hay mucho en juego

Si bien, la erradicación de la migración y las deportaciones masivas han sido consideradas como los peores síntomas de la nueva administración Trump, Honduras todavía tiene mucho que perder si sus relaciones con Estados Unidos se complican.

A nivel social, se encuentran en juego programas como TPS, que brinda protección y permisos laborales a migrantes centroamericanos en Estados Unidos. A nivel político, están “en la cuerda floja” promesas pendientes del gobierno de Castro como la instalación de una Comisión Internacional contra la Corrupción (CICIH) y a nivel económico cientos de contratos de exportación. 

Por eso, pese a que los discursos antiimperialistas del gobierno de Castro en los que ha “reivindicado” la soberanía nacional por medio de la suspensión de tratados y amenazas a bases militares pueden provocar emociones positivas, sería iluso creer que, en un gobierno como el que Trump ha prometido, Honduras tiene “las de ganar” si se cierra al diálogo.