Hace 9 años salimos a las plazas del país y del extranjero, un 25 de abril de 2015, a exigir la renuncia de la exvicepresidenta Roxana Baldetti, quien se fue de su cargo 13 días después. Las manifestaciones que siguieron durante ese año culminaron con la renuncia de Otto Pérez, en septiembre, un hecho que se creyó que jamás podría suceder. Pasó. Y entonces empezó un relato de avances y retrocesos, espirales, aprendizajes y la búsqueda del entendimiento del poder, el poder que se requiere para transformar este país. Una historia llena de imposibilidades, paradojas y de ilusiones que llegaron a convertirse en realidad.
Ha pasado tanto estos años: protestas, intentos de reformas, han nacido y han muerto organizaciones, despuntó un partido político decente, han condenado a poderosos y otros están libres, han encarcelado a amigos, han despedido a funcionarios de calidad, muchos fiscales y jueces se han ido al exilio; parecía que el cielo seguiría poniéndose más oscuro tras la reelección de Consuelo Porras y que ningún atisbo de claridad vendría, pero las elecciones del año pasado, impensablemente, hicieron crujir a la estructura corrupta que nos había doblegado y nos tenía de rodillas. Era difícil pensar que la vía electoral podría ser un camino capaz de limpiar la maleza pero sucedió y, luego de sufrir, de no dormir, por 6 meses, estamos aquí -como decían en plazas “estamos aquí”- luchando de frente, como hace 9 años en aquella tarde cuando gritamos ¡RenunciaYa! frente al Palacio Nacional.
El espíritu, la chispa de ese 25 de abril de 2015, permanece en nuestros corazones y vemos con alegría que diputados al Congreso sean personas que nacieron en estas mismas marchas, que se colocaron pañoletas en el cuello y que acudían al palco del Congreso a exigir la aprobación de las reformas constitucionales; el mismo presidente Bernardo Arévalo fue partícipe de estas movilizaciones e insistía en la responsabilidad política del expresidente Otto Pérez y acudió, como otros lideres sociales y ahora funcionarios, a la Plataforma para la Reforma del Estado para cambiar la ley electoral; muchos nos conocimos en esos laberintos, andando en las calles del centro histórico, en plenas reflexiones utópicas, creyendo que algún día las placas tectónicas corruptas serían sacudidas.
Hoy estamos, de nuevo, demandando la salida de una persona impronunciable, Consuelo Porras, quien lleva en sus espaldas los intereses de Pérez Molina, Baldetti, Sinibaldi y de todos los criminales que han saqueado este país. Es la pieza clave de este entramado; su salida permitirá, por fin, desentrampar el nudo de la justicia pero el juego está enmarañado por la Corte de Constitucionalidad que también la protege con los dientes para preservar esta estructura fétida y caduca; tienen en contra al pueblo que el año pasado demostró jugarse el pellejo. Las Autoridades Indígenas que buscaron reformar la justicia lideraron unas marchas y paros míticos que impidieron el golpe de Estado que pretendía ser de lo más brutal. El 2015 se sigue escribiendo 9 años después y la población, la ciudadanía, los pueblos del país, siguen siendo actores que pueden, con garra, desequilibrar la historia.