Un traje a medida de la dictadura en El Salvador

Maldito País

febrero 20, 2025

El pasado 12 de febrero el procedimiento de reforma constitucional exprés del 248 se estrenó cuando la Asamblea Legislativa aprobó eliminar la deuda política. Aunque esta vez no lo hizo en la misma sesión, el partido de Bukele se dispone a ratificar esa reforma en los próximos días.

El 29 de enero de este año, Bukele completó la reforma a la Constitución de El Salvador para asegurarse un método exprés de reforma constitucional. Más puntualmente, la súper mayoría legislativa de la que goza su partido, Nuevas Ideas, en conjunto con sus aliados (57 de 60 escaños en total), ratificó la reforma del artículo 248 aprobada al final de la legislatura anterior en abril de 2024. Con esta ratificación se completó la modificación al procedimiento especial de reforma de la Constitución vigente desde 1983.

Antes de esta reforma, la Constitución solo podía modificarse con la aprobación de una legislatura y la ratificación de la siguiente, requiriendo mayoría simple primero y dos tercios después. Con la modificación de Bukele al artículo 248, la reforma también puede ratificarse por la misma legislatura que la aprobó, aunque en este caso necesita del voto de tres cuartas partes de los diputados electos. En la composición actual de la Asamblea Legislativa salvadoreña, ello significa que, en la práctica, una reforma a la Constitución puede aprobarse y ratificarse en el mismo día con el voto de 45 de los 60 diputados de los que se compone la legislatura. Ni necesita los tres votos de sus sumisos aliados ni los tres votos de la oposición resultan relevantes. Bukele tiene hoy formalmente la llave de las normas fundamentales del Estado salvadoreño.

En todos los estados constitucionales, la modificación de la Constitución es más compleja que la de una ley ordinaria. El procedimiento debe equilibrar adaptación y estabilidad, garantizando reglas duraderas para el ejercicio del poder y la protección de derechos. Equiparar ambos procesos introduce inestabilidad y deja la Constitución a merced de mayorías legislativas efímeras. Aunque El Salvador hace ratos dejó de aspirar a un Estado de derecho y la Constitución ha sido violada impunemente una y otra vez por Bukele, la modificación formaliza un mecanismo de reforma maleable a intereses y caprichos dictatoriales. Bukele se dispone a fabricar un traje constitucional a la medida.

Más allá del pretexto

El pretexto para reformar el 248 fue eliminar la deuda política, el financiamiento estatal a los partidos recogido en el artículo 210 de la Constitución. Por supuesto, Bukele recurrió a uno de sus trucos favoritos: decir que la reforma era demandada por la población. Una jugada oportunista: Nuevas Ideas fue el mayor beneficiado en las elecciones de 2024, en las que Bukele se reeligió inconstitucionalmente y su partido copó la legislatura y buena parte de los gobiernos municipales con candidatos cuya única promesa era obediencia.

Pero durante esas elecciones, el bukelismo no solo retrasó la entrega de estos fondos a la oposición, sino que también se negó a transparentar su propio financiamiento y usó la maquinaria estatal para hacer campaña desde mucho antes del período oficial, ante la desidia cómplice del Tribunal Electoral. En estas condiciones, la deuda política ya no le sirve, como sí lo haría a una oposición asfixiada. Su eliminación era innecesaria ahora—las próximas elecciones son en 2027—pero sirvió de distracción para justificar la reforma del 248. Así, el pasado 12 de febrero el procedimiento de reforma constitucional exprés del 248 se estrenó cuando la Asamblea Legislativa aprobó eliminar la deuda política. Aunque esta vez no lo hizo en la misma sesión, el partido de Bukele se dispone a ratificar esa reforma en los próximos días.

Pero para lo que realmente sirve la reforma del artículo 248 es para abrir la puerta de par en par a cualquiera de las reformas constitucionales que interesan al bukelismo. Y en un contexto en el que Bukele gobierna sin contrapesos, la única dirección hacia la que apuntan esas futuras reformas es la consolidación y perpetuación en el poder.

La reforma del 248 es un paso en la consolidación de una dictadura ya instalada, sin contrapesos institucionales, sin oposición política viable, con control del tribunal electoral y, por ahora, con escasa oposición ciudadana. Fue la Sala de lo Constitucional impuesta a la fuerza por el bukelismo en 2021 la que decidió -sin que nadie se lo pidiera- que Bukele podía reelegirse a pesar de la prohibición constitucional, fue el alineado Tribunal Supremo Electoral el que inscribió con entusiasmo su candidatura y lo declaró ganador y fue todo el aparato gubernamental el que hizo propaganda hasta el día mismo de la elección.

Consolidación y formalización autoritaria

Pero la concentración del poder y el forzado aval para reelegirse tienen carácter provisorio y el bukelismo lo sabe. La primera, porque en papel se mantienen las elecciones y la justicia sigue siendo independiente y, el segundo, porque su Sala lo autorizó para reelegirse una sola vez. La dictadura necesita cambiar las reglas para proteger los cambios que han permitido concentrar el poder y perpetuarse en él.

Bukele necesita cambiar las reglas que, por ahora, solo le permiten elegir de facto a funcionarios de elección secundaria sumisos a su proyecto, incluidas las autoridades electorales. También requiere modificar las normas para dificultar la organización y financiamiento de la oposición, reduciendo su participación electoral a un mero trámite. Debe eliminar los controles interorgánicos, socavar la autonomía de instituciones que ya domina y, quizá, reforzar el poder presidencial y su control sobre las Fuerzas Armadas. De paso, podría oficializar su desprecio por la sociedad civil y la prensa independientes, e incluso crear normas que le permitan tratar como enemigos internos a quienes denuncien su asalto al Estado y los derechos ciudadanos.

Basta con ver hacia la vecina Nicaragua y la demencial reforma a la Constitución del orteguismo para darse cuenta de que lo que la necesitan las dictaduras es dar apariencia de legitimidad a la captura del poder que ya emprendieron o consolidaron. Ortega y Murillo no son más ni son menos dictadores después de esa reforma que simplemente pone en blanco y negro cómo disponen del poder. Las dictaduras no buscan perdón por el pasado ni permiso para el presente, pero en cambio aspiran a controlar el futuro manipulando las reglas del juego a su favor. Así, en El Salvador, la reforma del 248 de la Constitución no inaugura la dictadura de Bukele, pero sí abre la puerta a su formalización.