A finales de junio de 2023 presenciamos con sorpresa cómo Bernardo Arévalo y el Movimiento Semilla ingresaban a la segunda vuelta electoral en Guatemala. Lo que parecía imposible unos meses antes, había sucedido y todo gracias a que el Tribunal Supremo Electoral estuvo muy ocupado vetando a los candidatos que consideraba “amenazadores”. Fue así que Semilla logró pasar el filtro. No es que el partido fuera menos peligroso, lo que sucedió es que ni el Tribunal ni el Pacto de corruptos pudo ver que la aversión hacia ellos era mucho más grande de lo que podían imaginar, tan grande que tenía la capacidad de virar radicalmente el panorama electoral.
A partir del momento en que Arévalo se consolidó como opción presidencial hemos visto un sinfín de intentos para sacarlo de la contienda. Se trata de una campaña que se fragua desde el Ministerio Público y que no ha tenido tregua desde hace más de seis meses. Desde el secuestro de las actas electorales, intentos por criminalizar la protesta, despojo del partido Semilla de su personería jurídica, hasta desesperados intentos de anular las elecciones; el mundo ha presenciado el intento de Golpe de Estado que se lleva a cabo en Guatemala. Incluso, la Organización de Estados Americanos (OEA) no ha tenido reparos en usar ese título para hablar de lo que pasa en el país. Desde todo los espectros políticos existe un consenso sobre lo que sucede y la impopularidad de quienes orquestan estos intentos es enorme.
En diciembre de 2023 Bernardo Arévalo realizó una visita a Panamá, donde dijo públicamente que el Golpe de Estado en el país había sido bloqueado. Pese a nuestros mejores deseos, el golpe no deja de ser una posibilidad que pesa sobre la cabeza de todos los guatemaltecos que ansían un cambio de régimen. La realidad es que es imposible no pensar en la oscura historia de nuestros países llenos de dictaduras, golpes militares y persecución política a lo largo de su historia. El 1954 el golpe contra Jacobo Árbenz orquestado por la CIA inauguró un oscuro capítulo de la historia latinoamericana: la instalación de dictaduras a lo largo y ancho del continente.
70 años después Centroamérica ha regresado al yugo de los gobiernos autoritarios. Pero esta vez no ha sido una agencia extranjera quien ha colocado a figuras como Bukele, Ortega o Consuelo Porras en posiciones de poder, han sido las élites de nuestros países las responsables, las mismas que se niegan a abandonar los enormes beneficios que reciben al controlar el sistema de justicia y las finanzas públicas. A nadie le conviene más el silencio de periodistas, mujeres y luchadores sociales que a quienes han amasado durante décadas enormes fortunas gracias a la profunda desigualdad de nuestra región.
Apenas quedan unos días para la toma de Bernardo Arévalo y aunque el golpe aún no ha dejado de ser una posibilidad, confiamos que no vencerán esta vez. Los miles de guatemaltecos que salieron a las calles durante el paro nacional y el liderazgo de las autoridades indígenas durante las protestas, han sido un faro de esperanza para quienes desde diferentes países de Centroamérica observamos con el corazón conmovido la construcción de un sueño: hacer temblar al poder. Lo que parecía imposible hace apenas un año sucederá en Guatemala y confiamos en que también suceda en el resto de países hermanos.